The witch es la prometedora opera prima de Robert Eggers, un tipo al que habrá que seguirle la pista. Eggers adapta múltiples historias sobre brujas que circulan desde hace siglos por el folclore de Nueva Inglaterra. Su película no es una película de terror al uso, es una extraña pieza difícilmente clasificable. Su propuesta es original en cuanto que no se ciñe estrictamente a ningún género y aporta una mirada innovadora. Así pues, The witch puede defraudar a quienes busquen la última estupidez de Hollywood sobre sustos y psicópatas sanguinolentos, así como puede que no sea del total agrado de quienes busquen un film sobre posesiones y/o fanatismos religiosos. Por otro lado, parece que hay interés en vender esta película como la cinta más escalofriante tras Bababok o It follows, pero, realmente, es superior a ellas a la vez que poco tiene que ver con ninguna de ellas. The witch es más aterradora gracias a una tensa atmósfera, a ratos insoportable, que Eggers ha sabido crear. El espectador se ver inmerso en la sensación de opresión que ahoga a los personajes. No sólo nos introduce en ese insano mundo de miedo y supersticiones sino que nos sumerge inesperadamente en lo más oscuro del alma humana. En The witch la religión es sinónimo de miedo y superstición. Más que una tabla de salvación, la religión es la puerta por la que entra la desgracia en la familia protagonista.
Más que mostrar, Robert Eggers sugiere con una maestría propia de un autor consagrado. Reconozco que desde Shyamalan no he visto un autor de cine de terror que me sorprendiera por el uso de los recursos narrativos. Eggers sabe dirigir actores, sabe crear tensión, sabe cuándo cambiar de plano y sabe usar los manidos recursos del cine de terror de forma innovadora. Su film rezuma miedo en cada uno de sus planos. No es un film estrictamente de terror aunque tiene pasajes que bien pueden parecerlo. Tampoco estamos ante una sesuda reflexión sobre los peligros de la superstición o el fanatismo. The witch es un estimulante híbrido con personalidad propia.
The witch cala en el espectador ya desde su inicio. Con una cuidada fotografía y una puesta en escena simplemente soberbia, Eggers pretende meternos en el seno de una devota familia de la Nueva Inglaterra del siglo XVII. En un entorno hostil, la religión era el sustento ante un mundo desconocido y lleno de peligros. Eggers huye de las soluciones fáciles, nada de gore ni de manidas escenas de exorcismos. Todo ocurre en el seno de una familia y es allí, en lo más cercano a nosotros, donde reside siempre nuestro mayor miedo. La familia protagonista se irá paulatinamente desgajando ante nuestros horrorizados ojos. El drama de personajes y la evolución de los mismos me recordó al mejor Bergman (palabras mayores, lo sé). Sin embargo, Eggers nos muestra el horror de lo sobrenatural en unas hipnóticas y escalofriantes escenas que, en mi opinión, desentonan un poco con el resto del film. Yo hubiera optado por no mostrar esos aspectos sobrenaturales de la historia, dejando todo a la imaginación del espectador. Algo así como hizo Polanski en La semilla del diablo, creo que es mejor si el espectador nunca está seguro de si la protagonista está cuerda o no (ni siquiera ella está muy segura de ello). Todo puede ser una alucinación. Aquí Eggers opta por mostrar lo sobrenatural dándole tintes oníricos, lo que nos hace pensar que quizás no sea del todo real. En su afán de combinar lo sobrenatural y lo cotidiano consigue momentos de gran cine.
En cuanto al reparto, me parecieron todos magistrales. Me quedo con el descubrimiento de Anya Taylor-Joy y el excelente trabajo de los veteranos Kate Dickie (como la madre) y Ralph Ineson (el padre). Aunque quien roba la película en un instante sea el joven Harvey Scrimshaw (Caleb) en su estremecedora y blasfema escena en la cama. Realmente Eggers ha sido muy hábil y valiente con esta escena.
The Witch me parece muy superior a esa tontería que fue El bosque de Shyamalan, teniendo más en común con La cinta blanca de Haneke o El resplandor del maestro Kubrick. Lo dicho, una buena película no estrictamente de terror.
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