La vida puede ser sencilla, mucho. Si ya se, que la hija de puta, te va poniendo zancadillas por doquier, pero es el juego que nos ha tocado vivir y del que tenemos que salir indemnes día si y día también, si no queremos terminar con la soga al cuello. Y repito que la vida puede ser a veces sencilla, porque siempre aparece ese momento de calma, en el que retirarte a tu rincón, lamer tus heridas y dejarte llevar por aquello que te hace sentir, vibrar, sea lo que sea en cada caso, en cada situación. La soledad puede abrumar excepto cuando es autoimpuesta, porque a fin de cuentas, incluso dentro de la compañía, a veces necesitas romper el cristal para asomar la cabeza a tu interior, donde nadie ni nada, puede llegar. El mio suele estar cerca de mis discos, donde se arropan muchas vivencias acompañadas por canciones que han sonado una y otra vez. Me gusta acompañarlos de un buen trago, romper la calma con las melodías que me transporten en volandas por la carretera de la música.
Siempre hay algún disco que se convierte en especial, viejos o nuevos, que consiguen la llave que abre los cerrojos de las emociones, de los sentimientos encontrados, en forma de guitarra, bajo o batería. Ese disco que escuchas otra y vez, porque su sencillez en forma de mensaje, su transparencia de simple y puro rock and roll, es la medicina que ningún médico te va a recetar, ya que son incapaces de radiografiar el alma. Y ultimamente me gusta ponerme cómodo y dejar que Adam Eckersley Band me acompañe mientras me cuenta sus historias en clave de rock. Sin trampas ni cartón, como puedes comprobar directamente en la primera canción de este su segundo disco. «Live on» es melodía cuidada, y espíritu de ese rock and roll que nos convirtió. Rock clásico, mezclalo bien con un buen chorro de southern y otro de country, y no olvides echar hielo para que se derrita ante tanto calor. Once canciones llenas de feeling, de fuerza, y tocadas de la mejor manera, por una de esas bandas, que te gustaría tener a tu lado, mientras disfrutas de varias cervezas.
El rock de «Talk about love», los efluvios country de «For you» o de «Comes a time», el feeling desmedido de «Hey little daughter»…. todo ello forma parte del conjunto, de la totalidad de este «The second album», que se ha ganado de sobras y por méritos propios, un lugar de honor en mi rincón, para que sus canciones sean compañeras inalterables, para que sus guitarras vayan abriendo camino, cada vez que su disco suene en mis altavoces. ¡Grandes!
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