La generación de los noventa recelaba de la de los ochenta: consideraban que ésta era superficial, vacua, alienada –salvo, como decíamos, en la cuarta parte de este especial, el Hardcore Punk, el Thrash o el Crossover– y que carecía del espíritu de lucha de los sesenta y setenta. Pese a que había acabado un nuevo orden, el del mundo bipolar de la Guerra Fría caracterizado por la escisión entre Oeste y Este en materia política, se imponía otro: el del nacionalismo y la búsqueda de la identidad de las naciones a través de la cultura y la religión, que aún impera en nuestra actualidad en Oriente Medio, el Sudeste Asiático y en África. Antes de hacer un estudio pormenorizado de las , éstas entendieron a la perfección el nuevo orden mundial, los problemas que Estados Unidos tendrían que afrontar en el plano de las relaciones internacionales y en política interior, y cómo había que contrapesarlo.
Mientras que el feminismo musical en los sesenta y setenta a la hora de organizarse apenas tenía infraestructuras y tenía que organizarse en torno al ingenio y a las calles como depositarias de esas ganas de cambio, en los noventa, ante la consagración paulatina de la globalización, el fenómeno de los fanzines recibió un impulso fundamental. Estas publicaciones, hechas en los años sesenta y setenta, fueron, entre finales de los años ochenta, y principios de los noventa, fundamentales para entender el fenómeno feminista musical en los noventa.
Las Riot grrrls fueron, por así decirlo, las mamás de las Pussy Riot-. En ellas no sólo estaba la insolencia como fruto de la rebelión, la juventud y la opresión, sino también las ganas de querer derribar el nuevo orden musical existente nacido en los ochenta. Si por algo se caracterizaron es por hacer del siempre recurrido do it yourself –la principal premisa del Rock alternativo- no sólo un eslogan publicitario –como hicieron Nirvana y, especialmente, Kurt Cobain-, sino una contrarrevolución: un poder clitórico en toda regla, una absoluta sumisión por parte del sexo masculino a una forma de crear por parte de las mujeres basada en la esterilización no ya sólo del papel de la mujer sumisa en la sociedad, sino el de ésta en el mundo del Rock.
No ambicionaban ser eróticas, sugestivas o delicadas: en la agresividad no estaba la provocación, tampoco, sino el fondo del mensaje. Se estructuraron perfectamente gracias a los fanzines; con éstos, se promovía no sólo el matrimonio entre la cultura y la información, sino también, la paridad. Estas publicaciones fueron jalones de una corriente de pensamiento instaurada con el único propósito de que las mujeres dejaran de ser atrezzo para ser las protagonistas principales de las obras que tenían que representar: las concernientes a su creación artística y sus vidas.
La mujer debía ejercer de artista, sin ningún tipo de horquilla o corsé social. Una vez más, el pensamiento de Kate Millet en su Sexual Politics se dejaba ver. La sociedad civil norteamericana femenina funcionó a la perfección: la única forma de revertir tantos siglos de dominación masculina era educando y concienciado en la necesidad de que la sociedad entendiera que el concepto de igualdad no marca la evolución de las personas, sino que las hace, simplemente, personas.
Por ello, el fanzine, cumplió una misión fundamental: aunar todas las tendencias musicales underground del momento que tuvieran como protagonistas a las mujeres; y justo es reconocerle el mérito a la hora de vivificar una especie de contracultura destinada a servir de vehículo a las mujeres para reaccionar no sólo ante los problemas sociales del momento –Estados Unidos tenía que afrontar cómo gestionar el rédito de su victoria en la Guerra Fría, el aislamiento de la población joven, francamente desencantada con las administraciones Reagan y Bush y la mala situación económica-, y ante el Antiguo Régimen musical, tal y como aludíamos en el segundo párrafo – el predominio de la banda de Rock masculina que representaba a la mujer como capricho sexual; la concepción del amor romántico tratado por ellos de forma autocomplaciente y la displicencia y demonización de la que han sido ellas objeto históricamente-, sino para teorizar y corporeizar el cambio, el cual vino acompañado por una permuta en el avance en las comunicaciones que llevó a mujeres artistas y outsiders procedentes de toda la geografía del país a concentrarse, casi en su totalidad, en el noroeste. En la próxima entrega, hablaremos más detalladamente de las Riot grrrls y su forma de actuar.
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