Cada década apareja consigo un cambio o una innovación. Los años cincuenta fueron los del nacimiento del Rock n Roll: una música que formó parte de los axiales de los afroamericanos en Estados Unidos. En tiempos de opresión y de unos derechos civiles prácticamente como un verso suelto dentro del orden jurídico del país, optaron por una música que reflejase no sólo su idiosincrasia, sino también, una forma de protesta contra una democracia excluyente. Los sesenta, como todos sabemos y hemos comentado, fueron los del idealismo y del progreso. Supusieron la aparición, en la medida de lo posible, de una Europa y Norteamérica mucho más imbricada en cuestiones fundamentales y más liberal en algunos aspectos. Los setenta fue una década de muchos estilos, pero, sin lugar a dudas, dominada por las vanguardias –Krautrock, Motorik, por citar dos ejemplos-, el Rock progresivo, el nacimiento del Heavy metal, el Punk, el Glam rock y el Hard rock.
El movimiento feminista había experimentado un auge importante entre los sesenta y setenta desde el punto de vista estético y teórico. Éste se había plasmado en muchas artistas musicales que sustentaron las tesis de sociólogas, escritoras y politólogas. ¿Qué sucedió para que, en los ochenta, salvo unas pocas excepciones, el movimiento feminista, al menos en el ámbito musical, sufriera un retroceso? Fácil: la mercantilización de la música y de la mujer en ésta. El modelo de negocio había cambiado significativamente: los años ochenta no sepultaron ninguna iniciativa creativa, pero sí que es cierto que, la música, que siempre había sido corolaria del cambio social, quedó constreñida por el gigante en el que se había convertido el propio mercado. Esto llevó a que, evidentemente, las discográficas y la aparición de la MTV apostasen por una música que, salvo en contadas ocasiones, poco o nada aportó al progreso social. Y las mujeres no fueron ajenas a este suceso. ¿Mató el mercado al arte? No. Pero el romanticismo sí fue postergado, en cierta medida, por la incesante búsqueda del resultado inmediato.
También es cierto que, desde que el nacimiento del Rock, éste siempre fue un fiel reflejo de la situación política y
geopolítica del mundo existente en nuestro planeta. La música era más visceral y social, romántica e idealista, porque el panorama político exigía cada vez más compromiso. Eso activó a la sociedad civil en todos los sentidos y a los músicos en particular. En los ochenta, la situación de peligro que, durante mucho, persistió en los cincuenta, sesenta y setenta, se relajó considerablemente. Los tratados de limitación de armas estratégicas, así como los de desarme, despejaron la incógnita que, desde hace mucho preocupó al mundo entero como el riesgo de una guerra nuclear, así como la aparición de una clase política, como Helmut Kohl o Mijaíl Gorbachov, quienes siguieron el ejemplo de Willy Brandt y su ya conocida Ostpolitik y su llamada a la normalización y reconciliación entre el Oeste y el Este de Europa. Sin ánimo de querer hacer un análisis pormenorizado de la situación geopolítica existente: la normalización del panorama político internacional, influyó enormemente en la creación musical. En los ochenta, salvo algunos estilos –el Hardcore y las ramas del Heavy metal, así como el Rap-, la música reflejaba que la juventud estaba cambiando y desconectaba de los problemas de la época.
La propia filantropía exhibida por los músicos de Rock en los Live Aid no dejaba de ser meros ejercicios de megalomanía en donde se demostró una peligrosa tendencia, que, actualmente, es el denominador común en la actualidad: las ganas de figurar, la impostura y la necesidad de, bajo la manta de la bonhomía, esconder la naturaleza autocomplaciente de Occidente. Los grupos y las artistas formadas por mujeres –repetimos, salvo honrosas excepciones-, se limitaron a ejercer el clásico papel desempeñado por la mujer en la sociedad, en vez de seguir ahondando en la lucha que sus compañeras, en décadas anteriores, llevaron a cabo. El Pop se convirtió en una música cómoda, el Rock –y más con la fertilización del concepto de Arena rock– y la Electrónica, también. Al ver que el viejo orden se desmoronaba y vendría otro, muchos adoptaron por solazarse en el presente y olvidar tanto el pasado, como en trasladarle a la Generación X y acólitos. Y eso, las mujeres, también lo entendieron a la perfección. Los noventa serían otra vez, el punto de partida, para el feminismo y la reivindicación desde el punto de vista musical. Pero eso lo dejamos para el siguiente episodio.
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