TSInaugurando la oscura dupla de albums grabados de manera dispersa y sin su pertinente presentación en vivo -esto es, de compromiso-, lo primero que sorprende de Undercover es comprobar que, pese a lo que se ha hecho esperar su irrupción (estamos en el ’83), las producciones típicas de la década ominosa han golpeado al sonido del grupo con fuerza, llegando incluso a lastrar números que con otro tratamiento habrían podido, quizás, brillar de otro modo. Eso, sumado al consabido estado de baja forma creativa y comunicativa en el seno de la banda, resultará en uno de los elepés menos memorables de cuantos han editado.

«Undercover Of The Night», tema de inicio, muestra a unos stones asépticos, desnaturalizados, facturando un impersonal rock discotequero que podría haber engrosado el track-list de cualquier album menor del género grabado en aquellos años. Envuelto en una producción inflada, con todos los gimmicks ochenteros imaginables, pasa por ser una sus aperturas menos afortunadas, sino la que más.

«She Was Hot» es, afortunadamente, harina de otro costal: Heredero, en cierto modo, del rock and roll vacilón e inmediato que empapaba los surcos de «Some Girls», se trata sin duda de uno de los momentos más deliciosos del redondo, un corte que pese a no librarse del todo del sonido ochentoso que recorre el disco, posee el nervio y la chulería que caracterizan a The Rolling Stones, cualidades que aumentarían exponencialmente en posteriores relecturas en directo del mismo.

No parece durar, sin embargo, la racha: «Tie You Up (The Pain Of Love)» retoma lo que habían mostrado al comienzo, con resultados menos reseñables aún, dando paso a uno de esos remansos que nos brinda Keith, garantía de savoir faire en éstos tiempos de deriva para el grupo. «Wanna Hold You» muestra a Richards dando rienda suelta a su faceta más poppie en un tema que, con otro tratamiento sónico, podría haber pasado por un acaramelado oldie de la british invasion a ritmo de rock and roll.

Las influencias jamaicanas siempre habían sido una apuesta segura en el sonido stone, que llevaba dejándose querer por el reggae desde los días de «Black And Blue», obteniendo buenos resultados con sus flirteos incluso en obras menores como «Emotional Rescue». Sin embargo, lo perpetrado en «Feel On Baby» rompía abruptamente con esa tendencia, mostrándonos en sus poco más de cinco minutos un verdadero muestrario de los horrores sónicos que asolaron a buena parte de las producciones del decenio.

«Too Much Blood», inspirada en el sórdido caso del caníbal Issei Sagawa, que había tenido lugar un par de años antes, abría la segunda cara del largo. A medio camino entre el disco más 80’s y algún que otro flirteo con el incipiente rap (esos speeches de Jagger con la base rítmica de fondo), tiene algunos detalles que hacen pensar que con otros arreglos podría haber ganado algunos puntos, sin embargo se queda en el   -cada vez mayor- cajón de temas desechables del trabajo.

Eran tiempos de sequía, asi que, ¿Qué mejor que birlarle a Ron Wood alguna de sus ideas a cambio de darle un crédito como co-compositor? Dicho y hecho: «Pretty Beat Up» , un correcto rock and roll sin nada especialmente reseñable y que precede a «Too Tough», un corte con una estructura -¿o es cosa mía?- , sobre todo en el estribillo, que lo acerca a algún himno del hard rock de la época. No cabe duda de que en el contexto de otro album habría pasado más desapercibido, pero el nivel del presente es tan flojo que forzosamente conseguía asomar la cabeza.

No se puede decir lo mismo de«All The Way Down», que pasa por ser de lo mejorcito del redondo, pero por méritos propios: Uno -otro- de esos rockandrolles en la estela de «Some Girls», jalonado por unos coros deliciosos y un estribillo adictivo. Rematando la faena tenemos «It Must Be Hell», con uno de esos riffs matadores que tan en falta se han echado a lo largo del trabajo y, aligerado, por fortuna, de los excesos de producción que abundan a lo largo del mismo. A buenas horas.

Negativo, muy negativo es el balance resultante de la escucha de «Undercover». Sólo la mitad de sus temas pueden ser considerados como vindicables, y a diferentes niveles. Si, sigue resultando loable que mientras algunos compañeros generacionales -e incluso algunos nombres posteriores- andaban inmersos en el circuito de la nostalgia, The Rolling Stones seguían teniendo los arrestos de coquetear con sonidos y técnicas de producción novedosas, pero esa audacia no tenía porqué traducirse, ni mucho menos, en un resultado final reseñable. Los stones del ’83 parecían perdidos, desganados y -puede que- plegados en demasía a los designios de su cantante. Para su siguiente entrega, tres años después, los condicionantes eran casi los mismos, sólo que empeorados por un cisma que casi consume a la banda, poniendo su continuidad en la cuerda floja. Pero de eso hablaremos en la siguiente entrega.

THE ROLLING STONES – Undercover (1983)

by: Alfonso Moriche

by: Alfonso Moriche

Proyecto de bon-vivant fallido. Clásico fuera de onda, amante de la inmediatez en el rock and roll: Garaje, rhythm and blues, soul, surf, punk, glam y... ¡Oh, anatema! Pop conforman mi dieta musical. Vamos a llevarnos bien, ¿no? También se me puede leer en mi blog, Guitarras y fantasía

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