Mira que The Darkness a priori lo tenían todo para triunfar por todo lo alto, buena imagen, buenas canciones, una prensa musical inglesa desesperada por sacar la nueva sensación británica, pero los tiempos, tal vez no eran los correctos, ni los miembros de la banda estuvieron a la altura. En las criticas de sus discos, grandes nombres de grupos clásicos, intentaban engrandecer una de por si, colección de muy buenas canciones. Su «Permission to land», para mi, sigue siendo una puta bomba de relojería, dispuesta a volarte la cabeza si te pilla cerca de su onda de expansión. Lo suyo era hard rock, joda a quien joda el término, faltaría más. Hawkins es de esos cantantes, que o bien te desquicia, o se te cuela sin retorno, porque su peculiaridad, se convertía en marca de la casa. Y el resto no se quedaba atrás, sus canciones traían recuerdos de buenos tiempos, que todos rescatamos a menudo en nuestro equipo de música.
Pero la arrogancia, la estupidez y los vicios, confesables o no, allá la moral de cada uno, junto a la inestabilidad de un negocio, que aún era fuerte, pero que no dudaba en cambiar de tercio sin arraigo alguno, convencida en nadar en un mar de firme hormigón, dejándose el salvavidas olvidado en cualquier camarote de tercera división. Y los fieles, están al final siempre ahí, pero muchos otros, los que hoy te aman y mañana se ríen de ti, no conocen ni la palabra memoria y mucho menos, la fidelidad. Regreso, gira imposible junto a una de las nuevas divas del pop, que les situó frente a un numeroso público, al que posiblemente, le importaba una mierda su propuesta musical, y al final, vuelta a donde siempre, a la taberna de los rockeros, que siempre notan una cierta alegría, aunque alguno quiera disimularla, para no perder su cetro de emblema de los nuevos tiempos, cada vez que alguna banda con la que disfrutaste, anuncia que tienes canciones nuevas.
[youtube id=»UY7fZl9Rfn0″ width=»620″ height=»360″]
«Last of our kind», es su nuevo disco, nuevas canciones, pero la misma lección aprendida, por suerte. Ya no tienen ese descaro de su primer disco, esa inocencia propia de quien quiere comerse el mundo, que aunque se aguante la ilusión con el paso de los años, el alma ya viene mordida. Follar siempre es algo preciso, pero esos polvos clandestinos de adolescencia en un oscuro portal, tienen tanta magia que mandar a tomar por culo todo el buen hacer de la experiencia. Este no será el disco de su vida, ni de las nuestras, por ratos puede ser algo irregular, pero por otras, me parece brillante. Huelo aromas a Thin Lizzy, The Cult, Los Stones y tantas otras bandas que nos han dado grandes momentos, a ellos y a nosotros. Justin ya no abusa de los gorgoritos como antaño, pero se deja ver todo lo justo y necesario, y esas guitarras, amigo, suenan de puta madre. Incluso, Frankie Poullain, se marca las voces de la última canción, y ¡coño!, que lo hace más que bien. Seguro que muchos le encontraran mil y una pegas a este disco, pero a mi me hace pasar un buen rato, y mirar el reloj ansioso, por si ya han abierto mi bar favorito.
0 comentarios