bdLa carrera en solitario de una de las gargantas más icónicas del género había sido un tanto desigual. Su debut en solitario, con Tattooed Millonaire -1990-, hizo que más de uno enarcara una ceja y proclamara, con ese escepticismo que circunda a todo cambio, si uno de los grandes nombres del Heavy Metal, quizás no estaba planteando una ruptura con su pasado musical demasiado acelerada. Los trabajos en solitario de Dickinson, fruto de una indefinición provocada, en parte por un deseo de separar su ‘yo’ creativo de la banda que lo consagró como referente, quizás adolecían de un espíritu transido de tantas giras maratonianas. Durante los ochenta, Iron Maiden habían encabezado todos los grandes festivales del mundo; sus tours, dejando de lado la espectacular escenografía -que tan bien quedó retratada en el inmortal Live After Death-, bebiendo de la cultura egipcia y el interés cuasi insano de la banda en la mitología y las historias de la antigüedad, ayudaron a cimentar la imagen de esa grandilocuencia que rodearon a aquella década. Al igual que Bon Jovi después de la gira de New Jersey, el descanso no era un deseo para el conjunto que lideraba el carismático Steve Harris, sino una urgencia. De lo contrario, el final de la formación, podría haberse precipitado justo cuando estaban en la cúspide tanto a nivel creativo como en lo concerniente a las ventas.

Con discos como el citado Tattoed Millonaire o Balls To Picasso, buscó desmarcarse de todo lo que había hecho hasta entonces. Los resultados no fueron los esperados; pese a que su nombre y su garganta todavía tenían el lustre de la década anterior, el problema de afrontar el reto musical de liderar a una generación, como la de los noventa, más interesada en la propia evolución del Metal que en el Heavy Metal clásico, le superó. Al igual que sucedió Iron Maiden, para muchos, era un músico encanecido cuando, la realidad, es que él, por aquel entonces, ex-vocalista de una de las bandas más grandes de la historia, -dejando cuestiones comerciales a un lado-, sí supo, escalonadamente, interpretar el signo de los tiempos que marcaba el género en el aspecto musical. Accident of Birth fue, para quien firma este artículo, su mejor trabajo en solitario. Mientras su banda matriz no paró de recibir críticas en relación con la elección de Blaze Bayley como vocalista, el artista británico, con su trabajo de 1997, sí consiguió no sólo reclutar a unos cuantos clasistas del género, sino también, aglutinar a todos los que estaban desencantados con los Iron Maiden de The X-Factor -1995-.

Con su nuevo trabajo, Bruce supo encontrar, por fin, la tan ansiada dicotomía entre modernidad y evolución. Dotó a las composiciones de una ósmosis entre trabajos como The Number of the Beast y Piece of Mind, de la mano de la acertada, pulida y ruda producción de Roy Z, guitarra rítmica de la banda, que se congraciaba a la perfección con su forma de cantar. A diferencia de los anteriores discos, donde el vocalista dio pábulo a una amplia gama de registros locales, aquí recupera su siempre nítido y ceremonioso estilo con el que influyó a miles de vocalistas posteriores. Composiciones como Man of Sorrow –espectacular balada sostenida por el pulso del piano, con el vocalista hablando de la tristeza infinita del ser humano en un corte solemne y romántico, entroncada con esa maravilla que fue Tears of Dragon, de su Skunkworks-, Freak –clásico corte de apertura de un plástico: directo, sin más preámbulos y con una actuación sensacional de tanto de Roy como de Adrian Smith a las guitarras-, o Road To Hell –la cual, podría haber entrado, en su momento, en cualquiera de los álbumes que editó con Iron Maiden en los ochenta- demostraban la firmeza de una banda solidaria que parecía más bien complementarse al acaudalado vocalista inglés que subordinarse. El espectacular bajo de Eddie Casillas, gravitando en torno a las sensacionales Taking The Queen y Starchildren, es un ejemplo de ello. Pero si dejamos de lado el estupendo trabajo que hacen todos de forma conjunta, con un líder que supo, a la perfección, equilibrar el trabajo entre todos los músicos de su banda, es cierto que los trabajos de Smith y Roy Z marcaban la diferencia. El primero no necesita presentación, artífice del sonido de guitarra de Iron Maiden, deudor de la clásica escuela de Michael Schenker, Mick Box y de guitarristas de Blues como el finado Johnny Winter, siempre trabajó en torno a la melodía, sacrificando esa contundencia que Roy Z, imbuido, por aquel entonces, en el estilo de Dimebag Darrell o Pepper Keenan –Corrosion of Conformity– proyectando ambos, en este Accident of Birth, un romance musical concretado en una concatenación de melodías efectivas y perfectamente enhebradas sustentando un disco que supo, en tiempos de incertidumbre, aguantar firme y ser una de las la reservas espirituales de un género que, como aludíamos antes, estaba moribundo.

Sin lugar a dudas –a mi juicio-, éste es el trabajo en solitario más completo del vocalista de Iron Maiden en solitario. Despojado ya de la experimentación de sus álbumes previos, con ese excepcional registro vocal que atesora y, sobre todo, con unas guitarras más trabajadas, al igual que toda la sección rítmica, en conjunto, como acabamos de mencionar, supo elaborar un álbum que, desgraciadamente, se perdió entre el océano de tesoros perdidos que fue aquella década. Tampoco al conjunto que lideraba Steve Harris le iban las cosas muy bien: lanzaron un álbum absolutamente complejo y monumental como The X-Factor que no fue bien recibido a nivel ventas y para colmo, Blaze Bayley y su voz suscitaron más críticas que elogios, precisamente, por ser la antítesis de la cristalina y diáfana voz de Bruce. El hijo pródigo regresó a la banda que lo lanzó al estrellato en 1999, y la pregunta es la siguiente: ¿entre tanta maraña de estilos nuevos que surgieron desde finales de los ochenta y principios de los noventa, no nos perdimos por el camino, excelentes álbumes de Heavy Metal o Hard Rock? ¿No se encumbró demasiado a bandas que, a día de hoy, son sólo meras anotaciones a pie de página en esa gran compilación de sueños e ilusiones que es el Rock, y se juzgó duramente a quienes, en épocas pasadas, habían dejado un legado artístico inmaculado? La pregunta, cuando uno escucha este disco de Dickinson es sí. En el afán de que hay en el Rock de querer quemar etapas rápidamente, la memoria no deja de ser una carcasa desgastada por el uso de una mayoría que, muchas veces, no tiene por qué, necesariamente, tener razón.

BRUCE DICKINSON – Accident of Birth

by: Alex Palahniuk

by: Alex Palahniuk

Veinticuatro años. Estudiante de Derecho, amante de la música, la literatura, el ensayo y apasionado de la escritura.

1 Comentario

  1. Esteban

    Gran reseña Alex, y que decir, te encuentro toda la razón. «Accident of birth» pasó como tantos otros discos relativamente desapercibidos por el mundo, y que no daríamos hoy por un disco así! Incluso de Iron Maiden. Lo mismo con «Chemiccal Wedding», que vino unos cuantos años después y para mi es su joya.

    Saludos!
    Esteban
    http://politomusica.blogspot.com

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