En 1951 la Segunda Guerra Mundial estaba aún muy reciente. El mundo había conocido los horrores de los nazis y el poder de las bombas nucleares. Había surgido una nueva potencia mundial: La URSS de Stalin que extendía sus brazos por una Europa dividida por el telón de acero. En 1950 el senador republicano Joseph Raymond McCarthy creó el Comité de actividades antiamericanas dando origen a una feroz caza de brujas. Todo el que fuera sospechoso de ser comunista o simpatizar con el comunismo sería perseguido por anti americano. Muchos profesionales del cine fueron vetados y apartados de su trabajo. El cine norteamericano resultante fue un reflejo de esta fobia anti comunista y en muchas películas de la época se puede ver una clara intención propagandística.
El enigma de otro mundo nos presenta una base científica norteamericana en la Antártida que se topa con un alienígena. Dicho alienígena es una planta de forma humanoide que se reproduce por esporas y se alimenta de sangre, básicamente es una planta vampiro espacial. No deja de ser intrigante pero es mucho menos amenazador que el ser que adopta la forma de los miembros de la expedición de la versión de Carpenter. Supongo que el presupuesto y la precariedad de los efectos especiales no permitieron trasladar a la pantalla esa característica del extraterrestre que sí estaba presente en la novela Who goes there? de John N. Campbell. El aspecto del alienígena y su forma de andar se parecen mucho al Frankenstein de Boris Karloff pero su vestimenta recuerda irremediablemente a la del ejército soviético de Stalin.
Así, de forma casi subliminal, se introduce el elemento del miedo a una invasión comunista. La arenga a favor del ejército americano que suelta el periodista al final del film viene a corroborar nuestras sospechas de propaganda descarada de los parabienes de la América libre. También se puede ver una velada alusión a una posible invasión soviética en films como Ultimátum a la tierra o La invasión de los ladrones de cuerpos, en ambas los extraterrestres son mostrados como seres sin identidad propia ni sentimientos (algo de lo se atacaba al régimen de Stalin).
También veremos en El enigma de otro mundo otra constante del cine de la guerra fría como es el científico loco. El miedo a la guerra nuclear se tradujo en los años cincuenta en una serie de científicos capaces de poner en peligro a la humanidad gracias a sus experimentos. Films como La mosca, El hombre con rayos X en los ojos o El increíble hombre menguante son otros ejemplos de este cine de terror basado en experimentos científicos. En El enigma de otro mundo, el científico de turno no crea la amenaza pero quiere mantenerla con vida para su posterior estudio (algo que también aparecería en Alien) y está dispuesto a poner en peligro al resto de la expedición para conseguirlo. El científico ve al extraterrestre como un ser mucho más evolucionado que el ser humano, no tiene sentimientos que perturben su juicio por lo que su inteligencia ha podido desarrollarse mucho más. En un momento dado, el científico intenta dialogar con el humanoide apelando a la supuesta inteligencia superior de éste, pero es inútil. El extraterrestre no razona y sigue avanzando hacia su objetivo con determinación implacable (como si del ejército rojo se tratara).
El film es entretenido pero ha envejecido bastante mal, hoy día no causa terror alguno pero es divertido. No hay en ningún momento una tensión psicológica por el enfrentamiento con un ser de otro planeta, el tono general del film es bastante distendido, como si los personajes nunca acabaran de tomarse en serio la amenaza que les acecha. Incluso se permiten el lujo de hacer chistes y flirtear con una secretaria. No hay sensación de paranoia o pánico en el grupo, haciendo que el film sea inferior a la versión de Carpenter. Una de las contadas veces en las que el remake es mejor que el original.
Aún así, El enigma de otro mundo es un film disfrutable por los amantes de la ciencia ficción de los años 50.
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