Tenía pendiente hablar sobre este disco con el que me crucé al final del año pasado. No me dijo demasiado su primer álbum, lo que propició que pasara del segundo, y casi de este tercero. La insistencia de la comunidad propició que le diera la oportunidad, y me entró a la primera. Cada vez tengo más claro que la percepción de uno cambia con los años. De hecho, los vi telonando a Kiss (con un sonido bastante pobre) y ni con esas. Ahora, unos años después, ardo en deseos de verlos quemar el escenario, y hasta tengo ganas de revisar sus inicios.
El incansable Nicke Andersson, al frente de Imperial State Electric se dirige aquí hacia terrenos claramente kisseros sin nunca dejar de lado la esencia garaje. Recuerdo su primer álbum ramplón y repetitivo, y sin embargo, este Reptile Brain Music, siendo directo, me ha parecido de lo más heterogéneo. Hay rock de actitud punk en la apertura de dos minutos, «Emptines Into The Void», pero la melodía toma el mando más pronto que tarde. Canciones como «Faustian Bargains» o «Underwhelmed» suenan a los Kiss del Rock And Roll Over. La producción es muy retro, y es lo que mantiene fírmemente el macarrismo. Las guitarras suenan sucias y el bajo alto, siempre sobre ritmos sencillos. Pocos alardes, aparte de solos de guitarra en escala pentatónica, rápidos y breves, o algunos coros femeninos como los de «More Than Enough Of Your Love», divertidisima.
Los riffes son distantes unos de otros, aún hablando de un disco que no deja de ser rock n’ roll de toda la vida. Buenas ideas, muy bien ordenadas y llevadas a cabo, dan como resultado un álbum en el que las doce canciones se pasan volando, en parte debido a la curiosidad. Tras cada pequeña sorpresa uno no deja de preguntarse qué vendrá después, y las ganas de escuchar la siguiente canción no decaen. Algo de oscuridad en «Dead Things», riffes garajeros en «Apologize» o melodías de clase alta en «Stay The Night»… Un poco de todo.
Lo cierto es que siendo fieles a su sonido latoso, distorsionado y sucio, el resultado ha quedado es de lo más variopinto, manteniendo un buen nivel compositivo hasta el final. Unas más que otras, las canciones no dejan de brillar. Además, engancha de cojones. Que a ningún rocker que se precie se le escape.
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