Nadie puede negar la notable influencia de Korn al metal de los noventa pues en un tiempo donde el “grunge” era la música mayoritaria, con su álbum debut consiguió cimentar las bases del desde entonces conocido como nu metal. Un tipo de música que proliferó en la costa oeste norteamericana y que más tarde ofreció formaciones como Deftones, Limp Bizkit o los posteriores Linkin Park o Ill Niño. Entre todos, los de Jonathan Davis quizás hayan sido los mejores y más influyentes tan solo eclipsados con posterioridad por System of a Down, merced a tener como referentes a Faith No More y proyectos paralelos de Mike Patton como Mr. Bungle. Armonías que mezclan el heavy con el funk, el hip hop donde el bajo de Reginald Albizu era tan protagonista como las guitarras, con ese slap tan característico.
Una trayectoria jalonada de discos oscuros que han causado entre al aficionado a los sonidos pesados división de opiniones aunque siguen encabezando festivales y con un público fiel. En este decimocuarto trabajo titulado “Requiem” nos ofrecen un Lp bastante más optimista de lo que acostumbras los californianos, llenos de melodías más accesibles y un sonido en bastantes momentos próximo al industrial aunque comienzan fuertes en las líneas de bajo con “Forgotten” para entrar las características guitarras de Brian Welch y James Shaffer y la línea vocal de Jonathan Davis melódica en el estribillo y las estrofas (que se apoyan con fuerte presencia de sintetizador). “Let the dark to the rest” comienza como un corte de gótico industrial hasta llegar a un irresistible estribillo, en una extraña conjunción que parece un cruce entre Type O Negative (sobre todo a mitad de canción) y el un metal de siempre. A pesar de todo esas influencias oscuras suena positivo, dejando paso al single “Start the healing” que mantiene esa sensación de limpieza vocal (en más de un momento cercano al pop) contrastando con las guitarras, la fuerte pegada del batería Ray Luzier y la contundencia del bajo de Albizu. Un primer sencillo lejos de la potencia de antaño y que allana el camino a “Lost in the grandeur” con protagonismo inicial a la base rítmica para seguir transitando por las conocidas tonalidades del metal alternativo, con presencia de sintetizadores, lo mismo que sucede con “Disconnect” aunque en un tono algo más melancólico y con voces más fuertes antes del último estribillo aunque sin llegar al gutural. Pocas novedades ofrece “Hopeless and beaten” salvo los primeros guturales en el estribillo en contraposición con la voz limpia de Jonathan Davis (en algunas fases relajada en grado sumo) del resto de la canción. Mejor combinación ofrece “Penance to sorrow”, quizás lo más reconocible si hablamos de sonido de los noventa. Pegadizo, melódico, con los sintetizadores bien integrados dentro de los instrumentos y esa dualidad de voces de Davis. De lo más movido junto a “Let the dark to the rest” y que antecede a la parte final con otra muestra de la década que les dio la fama con “My confession” donde podemos reconocer a los Korn de otras épocas para dejar el colofón con “Worst is on it´s way”, de lo más industrial de “Requiem” (y una parte tribal en el más puro estilo Sepultura) que eleva el disco con esta triada final.
Korn no inventan nada en este “Requiem”, consiguiendo un Lp irregular pero interesante con buenos temas junto con otros más en modo “piloto automático” en un álbum corto que no llega a los treinta y tres minutos y donde el corte más largo de los nuevo que componen “Requiem” apenas pasa de los cuatro minutos. Quizás es más amable su escucha que otros clásicos de los estadounidenses gracias a las melodías que a buen seguro gustarán a los acérrimos seguidores de Korn.
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