Con “Jungle cruise” Disney pretende conseguir el mismo éxito que con “Piratas del Caribe”. Una atracción de Disneyworld, algo pasada de moda, que mediante la pantalla grande vuelva a resplandecer en su parque temático y reventar la taquilla. Con la cinta de Gore Verbinski funcionó la jugada pero no creemos que se repita el éxito pues “Jungle cruise” es bastante inferior, ya que a pesar del buen reparto no hay ningún personaje que pueda hacer sombra al Jack Sparrow de Johnny Deep. Aun así la pareja formada por Dwayne Johnson y Emily Blunt tiene química y ambos cumplen en sus roles, más físico el del antiguo luchador y más interpretativo el de la excelente actriz. Además acompañan como villanos gente del talento de Jesse Plemons, Paul Giamatti, Edgar Ramírez y más secundarios Dani Rovira y Quim Gutiérrez, apuntándose junto al también español Jaume Collet Serra a la “leyenda negra”, pues todo es corrección política en cuanto al empoderamiento femenino, el guiño al colectivo gay, al ecologismo y al indigenismo pero los antiguos descubridores son conquistadores malvados y genocidas que exterminan a los buenos nativos.
Aun así, hay que reconocer que el realizador firma un solvente ritmo narrativo, tras cuatro vehículos de acción para Liam Neeson y unas pocas de terror, jugando con un guion que intenta dotar a la historia de un tono de aventuras clásico, hibridando “La Reina de África” de Huston, con “Tras el corazón verde” de Zemeckis, “En busca del arca perdida” de Spielberg y, la propia “Piratas del Caribe”. Un “batiburrillo” simpático pero previsible con momentos interesantes y otros rozando la “vergüenza ajena”, sobre todo con el estereotipado malvado: Un alemán que parece precursor de los nazis (el largometraje está ambientado en la década de 1910), con acento que causa la risa para el público anglosajón y que surca el Amazonas en un letal submarino vestido con el uniforme de las tropas del káiser escuchando a Wagner. Aunque que suene el preludio del “Lohengrim” no es lo más sorprendente pues con el logotipo de Disney se escucha los acordes del “Nothing else matters” de Metallica. Es lo más sorprendente, y lo mejor, de una banda sonora donde James Newton Howard no está tan inspirado como en “Piratas del Caribe”, por continuar con el ejemplo claro de la compañía del Ratón Mickey.
Dos horas de metraje que no destacan en ningún momento aunque es de agradecer el intento de narrarnos una aventura de corte clásico que funciona mejor en los diálogos y las situaciones que en los efectos especiales pues los CGI, sobre todo con los animales, no resultan creíbles. La idea es que el largometraje no sea el remanso de paz que, me imagino, será la atracción original pues no he estado en Disneyworld pero me imagino que será similar a “La jungla”, aquel paseo en barca de troncos por el lago del Parque de Atracciones de Madrid, viendo animales de cartón piedra en el recorrido. No tengo ni la más remota idea si esa antigua atracción seguirá existiendo en el renovado recinto de la Casa de Campo, al que no voy desde hace, lo menos, veinte años.
Poco resiste al paso del tiempo. Al escribir la anterior reflexión sobre “La jungla” me imagino que como Chateaubriand en “Memorias de ultratumba” vivo en un tiempo que, posiblemente, no me pertenece. Los que vamos cumpliendo inviernos nos sorprendemos viendo como triunfa el sentimiento sobre la razón, el posmodernismo del que antes nos reíamos es la idea dominante o como ideas que hace no tanto serían consideradas idioteces ahora son el discurso válido. Todo teñido bajo un cariz moral que hace que uno pueda insultar alegremente, sin esperar consecuencias, pero ofenderse de forma furibunda por el mínimo gesto negativo a él o sus ideas. Vivimos tiempos duros para la reflexión y el sosiego, donde todo es prisa e inmediatez. Por ello se agradece una cinta que rememore tiempos pasados aunque tampoco vaya a superar el paso del tiempo.
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