De “Mujercitas” ya se habían hecho incontables productos televisivos, obras teatrales e, incluso, una ópera. Pero aparte de la novela de Louisa May Alcott, la epopeya de las March ha sido inmortalizada por las tres versiones cinematográficas que han llegado a nuestros días (y que curiosamente han ido de más a menos), teniendo como referente la primera de George Cukor, con una impecable Katharine Hepburn como Jo, que mezclaba a la perfección la comedia inteligente con el drama. En 1949 llegó la de Mervyn Le Roy, más amable y con un cierto ensalzamiento moral propio de la época, aunque con un reparto de campanillas, con June Allyson como Jo, Janet Leigh como Meg o Elizabeth Taylor como Amy y rodada en un espectacular Technicolor. Hasta 1994, no se volvió a acometer una nueva película, esta vez a cargo de Gilliam Amstrong, con Winona Ryder encabezando un reparto de actrices emergentes en aquella década como Kirsten Dunst o Claire Danes.
Ahora llega la cuarta, que firma Greta Gerwig, quien saltó a la fama, tras una mediocre carrera como actriz, con la sobrevalorada «Lady Bird», donde el guion y las interpretaciones estaban por encima de una dirección académica y sin riesgo. No hemos podido olvidar eso, pues esta “Mujercitas” adolece de las mismas virtudes y defectos de su anterior cinta. Lo que sucede es que en “Lady Bird” el tono independiente y menor lo hacían más disculpable mientras que una superproducción se nota más esa ausencia de riesgo. No podríamos asegurarlo pero en los ciento treinta minutos puede mover la cámara en dos o tres secuencias, limitándose a planos estáticos, algunos momentos montados a gran velocidad y una serie de planos- contraplanos más propios de la televisión que de la gran pantalla. Que el propio estilo de la novela sea el de capítulos casi conclusivos no le beneficia, pues en más de un momento la puesta en escena resulta abrupta y se pierde mucha de la emoción, como sucede con uno de los momentos más importantes, como es la caída en el hielo de Amy, que es mostrada y resuelta en menos de cinco minutos. Cosas que lastran el resultado final.
Pues este “Mujercitas” también tiene su interés, pues el guion de la propia Gerwig con Sarah Polley tiene un punto de partida original, desde el final del libro con una Jo en la editorial y desde ahí se origina un recuerdo con “saltos en el tiempo”, lo que es bastante novedoso aunque quede matizado por la abrupta realización a la que nos referíamos un poco más arriba. Mejor es la dirección de actores, contando, de nuevo como en “Lady Bird”, con Saorsie Ronan de protagonista. Ella encarna a la perfección esa rebeldía de Jo y demuestra que es de las mejores actrices de su generación, acompañada por otra al alza como es Florence Pugh, cuyo 2019 ha confirmado las buenas referencias que mostró en “Lady Macbeth” y cuya Amy resulta tan humana como artista. De las cuatro hermanas son las que más destacan, aunque con el “lunar” de Emma Watson que resulta demasiado fría y aniñada para ser creíble como madre de dos hijos. Entre los secundarios bien por Laura Dern y cumplidora Meryl Streep.
Un “Mujercitas” bien en lo técnico, pues la ambientación funciona, con un acertado vestuario y fotografía de Yorick Le Saux, una aceptable música de Alexandre Desplat y un reparto cuidado pero que se pierde por el nulo riesgo de Gerwig, lejos de comparaciones con otros productos de época escrito por mujeres, como podría ser el “Orgullo y prejuicio” de Joe Wright, donde todo era experimentación (con ese largo plano secuencia de entrada o la escena del baile donde desaparecían el resto de invitados) pero manteniendo el espíritu de Jane Austen, aunque acercándolo a los nuevos tiempos. Sin estar mal “Mujercitas” es un ejemplo de como lo que se cuenta es superior a como se cuenta. Y eso no es bueno. Confiemos que Gerwig en el futuro nos conceda un largometraje con más entidad. Aquí ha perdido una oportunidad inmejorable.
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