Ah el silencio, algo que es tan necesario pero que a veces nos enseñan con malas prácticas. El silencio es humano. Es paciente, espera a que crezcamos, a que nos demos cuenta para seguir guardando silencio. Pero cuando este silencio es viciado se cierra un círculo negativo que no obedece a ninguna causa, sino a su propio silencio. 

El silencio es constructor, es propicio para construir una sociedad que crezca supuestamente. Pero hay algo raro en el silencio y es cuando se impone, como todo, como las religiones. En este caso no es lícito guardarlo. 

Precisamente ese silencio no es más que tierra sobre tierra. Nos enterramos en nosotros mismos. Nos cuesta salir de él. Decir, directamente lo que pasa. Nuestra sociedad se sujeta en el silencio. Pero ese silencio ¿es constructivo, o es destructivo? Esa es la diferencia. 

Tengamos en cuenta pues qué es hablar y qué es guardar silencio. Algo que no se produce en sus términos absolutos en ninguna de las dos maneras. Como nos quiren hacer creer, polarizadamente. No es que el silencio se guarde, o no se guarde, eso es una polaridad como tantas a las que nos tienen acostumbrados en esta burda sociedad que construyen los políticos aventureros. Esos políticos que divorcian la cabeza del corazón, cuya sociedad ni ellos mismo conocen en un principio. Y se aventuran, se aventuran a lo loco pensando que controlan todas las situaciones, que nadie se saldrá de esos márgenes.

Pero todo tiene un límite. Todas esas almas que se han muerto, que han padecido para nada una existencia que no lleva a ningún camino. Que han regado las venas de dinero de esos poderosos que tiene el poder de hacernos sufrir mientras se llenan las venas de dinero. ¿Qué dinero? dirá todavía algún estúpido cómodo con dinero. 

El dinero de nuestras almas. El dinero de nuestra sangre. Ese flujo que desea un cambio y que nunca se ve saciado para esos que pasan por esta vida para nada y son contemplados sin que se haga nada para cambiar las tornas. Al fin y al cabo, no es mi problema, dirán.

Ejerzamos bien el silencio, callemos cuando hay que callar pero alcemos la voz, sí, esa voz callada, para decir lo que hay que decir. Unámonos para denuciar todo ese acoso que nos transforma en zombies orgullosos de nuestra situación creyendo que pertenecemos a una sociedad que en realidad va contra sí misma. Michael Jackson quiso ser otro zombie, el pobre, y no sabía dónde se metía. Qué fácil es asumir una realidad cómoda para pertenecer. Para ser parte de una comunidad que nos protege. ¿De qué? ¿De la putrefacción del ser? Nos sentimos poderosos, con nuestro silencio. Pero aislados. Ahí está el truco. Siempre aislados.

Por suerte tenemos las canciones que nos hacen querer seguir viviendo. Todavía hay gente que se atreve a decir que quiere vivir. Que quiere salir de esa putrefacción del ser como si fuese una moda pasajera que no nos lleva más que a la extinción. Nos queda el rock.

 

by: Angel

by: Angel

Melómano desde antes de nacer, me divierto traduciendo canciones y poesía. Me gusta escribir. Soy un eterno aprendiz y bebo de casi todos estilos musicales, pero con el buen rock alternativo me derrito.

0 comentarios

Enviar un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

Te puede interesar

El testigo de vida (a quien lo pudiera necesitar)

El testigo de vida (a quien lo pudiera necesitar)

En esta revista estamos muy comprometidos con la música y todas sus consecuencias. Todos sabemos que los artistas que más nos ilusionan, a veces, mueren. Problemas con las drogas, con la salud mental, problemas varios que muchas veces son incomprendidos hasta por...

Por qué traduzco literatura

Por qué traduzco literatura

No soy masoquista. Mi testarudez trasciende la cicatriz, su sangre oculta, su dolor. Me interesa el porqué, ir más allá. Más allá de la afrenta, más allá de la confusión. Me interesa la fotografía de esa emoción detenida en el tiempo cuando traduzco. El acceso a ese...

El horror: Amaia Montero vuelve a La Oreja de Van Gogh

El horror: Amaia Montero vuelve a La Oreja de Van Gogh

 No lo voy a negar: nunca me gustó La Oreja de Van Gogh. Ni el nombre, que suena a ocurrencia de estudiante de Bellas Artes después de tres tintos de verano. Ni su música. Blandita, ñoña, inocua… y precisamente por eso triunfaron en aquella España de finales de los 90...

Libertad de expresión vs libertad de dolor

Libertad de expresión vs libertad de dolor

Es curioso, el sufrimiento es como un iceberg, en lo que a sus causas refiero. Suelen ser más variadas y retorcidamente infligidas que las obras de arte que se crean con ellas. Y aun sufriendo, nos cuesta verbalizarlo. No queremos escandalizar al personal. Por eso...