Jornada de clausura del Festival Iberoamericano de Teatro con uno de los «platos fuertes» de la muestra, pues llegaba el nuevo espectáculo de la Compañía de Manuel Liñán, con su espectáculo «¡Viva!», baile flamenco de altísima calidad, ante un público que disfruta, y entiende, de este rico arte popular. Se notaba las ganas entre el respetable, que llenaba el Gran Teatro Falla, con unos prolegómenos donde la gente no paraba de animar, de tocar palmas y taconear. Un jolgorio en el ambiente que recuerda a lo que sucede en los carnavales en el mismo emplazamiento. Seguían las similitudes con el concurso de febrero, cuando se apagaban las luces y aparecía Eduardo Bablé, la voz del Falla, para presentar al alcalde de Cádiz y a la concejala de cultura, que tras un breve discurso felicitaban y entregaban un obsequio a Pepe Bablé por su despedida como director del F.I.T.. Un momento emotivo, junto con su hermano y sus representantes municipales.

 

 

Y con veinticinco minutos de retraso comenzaba «¡Viva!», un canto a la diversidad y a la libertad, pues los cien minutos de duración giran en torno al baile femenino del flamenco pero bailado por hombres vestidos de mujer. Una sorprendente idea, en un mundo tantas veces machista como el flamenco, como nos comentaba un gran entendido como Antonio Pérez, fotógrafo de la revista «Paseo Flamenco», revista especializada que se edita en Japón, nación de la que nos confirmó hay gran segumiento al cante y baile andaluz por antonomasia, y por ende español. Eso es pasar, parafraseando a Hegel, de lo particular a lo universal. Desde aquí le agradecemos sus magníficos comentarios y explicaciones a los que somos más neófitos en estas cuestiones. De hecho, vimos en el patio de butacas a unas cuantas personas procedentes del pais del «sol naciente».

 

 

Liñán nos propone una transformación que comienza desde el primer cante, con una bailarina de espaldas vestida de rojo, que al darse la vuelta descubrimos que se trata del propio director, marcándose un primer solo, donde es complejo distinguir la diferencia de sexo, pues como nos comentaba nuestra vecina de asiento «-¿De verdad es un hombre? porque baila como una mujer-«.

 

 

Esa sorpresa inicial, se pierde pronto, por lo que con rapidez uno queda inmerso en unas coreografías trabajadas, en un musical con ritmo, con números conclusivos, para uno, dos o varios componentes. En total, siete a cada cual mejor encabezados por el propio Liñán junto a Manuel Betanzos, Jonatán Miró, Hugo López, Miguel Heredia, Víctor Martín y Daniel Ramos, estos últimos cedidos por el Ballet Nacional de España. La música está firmada por el guitarrista Francisco Vinuesa, el violinista Víctor Guadiana y el percusionista Kike Terrón, acompañados al cante por David Carpio y Antonio Campos, todos implicados en el desarrollo de «¡Viva!», tanto escondidos en la parte trasera como interpretando junto a los bailaores. Un escenario separado por una cortina de cabaret y con el solo mobiliario de tres bancos aunque el colorido llega con los vistosos «trajes de gitana» que lucen sus componentes, que actúan de forma admirable, permitiéndose alguna broma, como el «zapateao» de uno de ellos sobre los bancos. Letras típicas del folklore, con alguna concesión al travestismo y la homosexualidad pero tratado con sumo respeto. Quien espere chanzas y humor zafio cercano al «vodevil» quedará decepcionado. Nos interesaron casi todos los números pero destacamos los tres que más nos impactaron.

 

 

El solo inicial, un dueto con castañuelas que gira en torno a la competitividad y la envidia y el final con los siete con mantones de Manila, antes del gran final, cuando todos empiezan a despojarse de sus atuendo, de sus ropajes, de su maquillaje y pelucas para mostrarse, ante un respetable que ovacionaba en pie, con su aspecto real. Un fin de fiesta que nos dejó un gran «sabor de boca», ante una propuesta valiente y que estamos seguros que tiene un amplio margen y recorrido, pues en cuanto se estrene oficialmente la veremos en multitud de salas y teatros de casi cualquier punto del globo. Lo merecen.

 

 

Fotografía cortesía de Silvia Salado

 

 

by: Jose Luis Diez

by: Jose Luis Diez

Cinéfilo y cinéfago, lector voraz, amante del rock y la ópera y ensayista y documentalista con escaso éxito que intenta exorcizar sus demonios interiores en su blog personal el curioso observador

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