Quizás lo que voy a decir no sea una opinión muy popular y pueda levantar suspicacias, pero pienso que parte de la recuperación del heavy metal -en su sentido más estricto del género- necesita una vuelta de tuerca que lo lleve a la recuperación de sonidos y estructuras más clásicas del estilo. No se puede obviar que el power metal y demás vías que fueron apareciendo y creciendo a final de los noventa le dieron un empuje vital y seguramente una nueva legión de fans que evitaron que quedase arrinconado mientras otras formas de entender el metal se imponían como alternativa. Al igual que el rock se ha replegado sobre si mismo para volver a aprender de sus raíces, el heavy metal, siempre desde mi punto de vista, necesita hacer lo mismo. Los tiempos han cambiado y las circunstancias también. No hablo a ese retorno marginal pero quizás si a ese sentimiento de fuerza y poder que desprendía. Es cierto que existen una serie de bandas empeñadas afortunadamente en volver a poner las cosas en su sitio, o al menos en el lugar donde estuvieron hace años.

Una de esas bandas es Kartzarot. El grupo de Roberto Mellid,  Javi Gallego y Asier Vicario vuelven a colocar otro adoquín necesario para seguir asfaltando la carretera del heavy metal. Con este su segundo disco (ambos tras su regreso en este nuevo siglo nuestro), aunque no olvidemos que Katzarot se formó en 1989 grabando algunas demos y dando por finalizada su aventura diez años después. Pero en 2013 reemprendieron camino por suerte para todos nosotros. Quizás por eso Kartzarot mantienen ese halo y ese sonido del que a fin de cuenta formaron parte allá a final de los años ochenta. Este «L», en el que siguen cantando en euskera, idioma que por cierto lo encuentro fenomenal para el heavy metal debe gustar si o si a cualquier fan del heavy metal. Ojo, que no estoy hablando de repetir viejas formulas, sino de ser capaces de reinventarse sobre una base, y eso Kartzarot lo hacen muy bien. Heavy metal de la vieja escuela con ramalazos progresivos y mucha melodía es lo que mejor saben hacer, como es el caso de «Ametsak izoztu» posiblemente la mejor canción de este trabajo con una guitarra sobresaliente que domina la canción. Aunque el disco lo abre «Lehertzeko zorian», puro hard & heavy en el que la batería marca el ritmo y el riff reina entre ese compendio de fuerza y melodía.

«Gure heroiak»  con el Athletic de protagonista y una guitarra muy hard rockera mientras que la melodía de voz si que se entronca en el heavy metal vasco que tanto hemos disfrutado. «Ohostutako oroitzapenak» nos presenta una estrofa mucho más melódica y un sonido más moderno junto a un estribillo que pega directo. No quiero repetirme, pero el trabajo de las guitarras en este disco es una maravilla. Introducen el sonido de la trikitixa en el medio tiempo «Lezama» que consigue diferenciar el tema y dotarlo de personalidad, para una canción que sin caer en el dulce excesivo ni llegar a la cota de power ballad, si que mantiene un tono y perspectiva íntima que gusta mucho. El comienzo de «Erasorik ez» es la calma que precede a la tormenta, te mantiene en vilo esperando la descarga de vatios en cualquier momento y la vas postergando manteniendo esa fuerza contenida llena de emoción hasta la entrada del riff. Otra de mis favoritas. Despiden con «Train» y desgraciadamente insinúan que he utilizado correctamente el término. Una declaración de principios en la que cuentan sus vivencias -alternando la letra en castellano, euskera e inglés- y nos dan a entender que puede ser el último viaje de Kartzarot. Ojalá no sea así. El heavy metal necesita a Kartzarot.

KARTZAROT – L

by: Carlos tizon

by: Carlos tizon

Licenciado en el arte de apoyar el codo en la barra de bar. Comencé la carrera de la vida y me perdí por el camino, dándome de bruces con el rock and roll. Como no pude ser una rock star, ahora desnudo mi alma cual decadente stripper de medio pelo en mi blog, Motel Bourbon.

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  1. Buena lista!! aunque tanto Lee Marvin como Anthony Quinn son para mí de la categoría de protagonistas... Buen trabajo Edu.

  2. Que grandes todos ellos. Para mi, el más desconocido es Anthony Quayle. Una vez más, Edu, un gran trabajo.

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