Los «Escape room» están de moda, una modalidad de juego para los «millenials» (y más mayores) que intentan sustituir a los tradicionales juegos de mesa y rol de la «Generacion X». Unos jóvenes que han crecido con los videojuegos, interactuando con desconocidos y que encuentran en estas inmersiones una vía de socialización, prácticando algo arriesgado pero en el que invertir menos tiempo que en senderismo por las montañas, buceo en mares y alguno de esos deportes considerados de aventura y que como nos cuentan algunos de sus monitores o profesores han sido relegados a otro tramo de edad más madura, en esta época de eternos «Peter Pan» en la que vivimos.
Fruto de esa experiencia donde combinar inteligencia y astucia nos llega esta cinta de terror que bebe de otros cuantos títulos bien conocidos por los amantes de este género. de hecho, el inicio no puede recordar a otra cosa que no sea «Cube», la original propuesta que a mediados de los noventa dirigió Vincenzo Natali y que con los inviernos es considerado un título de culto. De hecho, recordamos su estreno casi clandestino en Madrid, en unos cines considerados como de «arte y ensayo» como eran los Alphaville de la calle Martín de los Heros (hoy siguen existiendo con otro nombre) y que con el tiempo, el «boca a boca» y su estreno en vídeo consiguió ese aura de calidad que todavía mantiene intacta. Su propuesta es la misma: unos tipos que no se conocen son encerrados en un edificio
donde tendrán que conseguir unas pistas que resolver para pasar al siguiente nivel o de lo contrario moriran de una forma horrible. Como se puede ver, el guion de Maria Melnik y Bragi F. Schut no ofrece nada nuevo, tan solo es que las habitaciones minimalistas son sustituidas por escenarios más espectaculares como una sala de billar al revés o un paraje helado y algunos más tópicos como una sala de urgencias o una habitación que encoge, aunque hay que reconocer que la dirección artística está conseguida.
Otro título que nos recuerda es «Saw», la película que catapultó a James Wan como uno de los nombres interesantes del horror moderno, quien luego rodó para Blumhouse «Insidious», de la que se han fabricado tres secuelas, de la que la cuarta parte»La última llave» dirigió Adam Robitel, responsable de «Escape room». Y a pesar de ser producción de Columbia recuerda a los largometrajes de la factoria de Jason Blum, quien con historias que «enganchan» y modestos presupuestos consiguen un rédito económico importante. «Escape room» entretiene y la poco más de hora y media de metraje circula «a toda velocidad», tanto como la machacona banda sonora de John Carey y Brian Tyler, con una puesta en escena que apuesta por la segura estructura de dividir la trama en capítulos donde cada habitación sea sinónimo de perder a un jugador como si de niveles de videojuego se tratase hasta llegar a un desenlace que trae ecos de «Hostel», otro «taquillazo» de la mano de Eli Roth.
Con todo y a pesar de sus lagunas argumentales, sus «sinsentidos» y unas actuaciones mejorables, su correcta factura y puesta en escena consiguen que los amantes de las emociones fuertes pasen un rato agradable con las truculencias mostradas aunque el diseño de personajes sea esquemático y complejo sentir empatía por alguno. Un espectáculo fácil de ver y sencillo de olvidar donde se demuestra que es complicado superar al original que se homenajea.
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