Tras acaparar los premios importantes con su primera temporada y generar unas enormes expectativas, llega esta segunda parte de «El cuento de la criada» que gustará a los múltiples incondicionales de la serie pero que a algunos nos genera dudas en cuanto a su temática y su planteamiento.
Y es que las distopias suelen funcionar bien en pantalla pero resulta cuando menos sorprendente que lo que se juzga y previene es precisamente lo que intenta mantener la sociedad puesta en el «punto de mira». Cuando Margaret Atwood escribe la novela, Ronald Reagan acababa de llegar al poder en EE.UU. y el pánico se apoderaba del ala demócrata estadounidense esperando un brote de conservadurismo que laminase muchas de las libertades de la potencia occidental, inmersa en plena guerra fría contra el bloque comunista y con el precedente de la nefasta gestion de Jimmy Carter. «El cuento de la criada» basaba su premisa en un pueblo americano sometido a unos dictadores que tomaban el control con «mano de hierro», sin posibilidad de oposición y donde el rebelde era condenado a muerte, bien por atacar a la autocracia o por no cumplir los preceptos. Así, con una lectura sesgada del texto sagrado (en este caso la Biblia), dominaban a la población mediante el miedo y la represión, cometiendo las mayores atrocidades para mantener fuerte su sistema. Y eso contemplaba una élite enriquecida que se aprovechaba de la situación para violar a las pocas mujeres fértiles (convertidas en criadas) y robarles a los recién nacidos, prohibiendo la homosexualidad, el trabajo femenino, el adulterio o cualquier atisbo de crítica con sentencias de muerte o trabajos forzados. Lo divertido es que quien utilizaba la dictadura para ejercer el terror era la Unión Soviética o quien ejecuta a homosexuales y adúlteras son algunas repúblicas islámicas. Parece que en estos tiempos donde lo que prima es la igualdad o la fraternidad, la libertad solo es eje fundamental en mundos ficticios, como el que narra «El cuento de la criada».
La serie sigue teniendo una puesta en escena brillante y mejora algunas tramas secundarias, como las dudas que parece tener Serena, la mujer de uno de los jerarcas, lo que generará un enorme conflicto con la protagonista Defred. En este segundo acto, lo que ha subido en la carga morbosa, pues hay numerosas escenas de un sadismo extremo, tanto físico como psicológico, algunas bien resueltas como la falsa ejecución en el estadio de fútbol o la derrota psíquica de la protagonista al ver ahorcado a quien intentó ayudar y otras peor concebidas como toda la parte de las colonias o el ahogamiento de los tristes amantes. Escenas que nos recuerdan a los peores filmes de nazis y campos de concentración. Pero esto es «El cuento de la criada», un producto visualmente atractivo, bien interpretado, sobre todo Elizabeth Moss, Yvonne Strahovski, Alexis Bledel y Ann Dowd y en menor medida Joseph Fiennes y Max Minghella pero que lo que cuenta es delirante si se profundiza pues todo lo que critica se ha dado en mayor o menor medida en otros países y regímenes donde el miedo y la religión han sido la fuerza motriz del estado.
0 comentarios