The Godfathers son uno de esos grupos que parecen ser ahora más necesarios que nunca. Mientras a mediados de los ochenta las listas británicas y de medio mundo se veían copadas por los sintetizadores, The Godfathers consiguieron triunfar a base de su enérgico rock heredero del punk. Sus canciones escupían veneno contra las políticas de Margareth Thatcher y hoy son himnos de ese subgénero que podríamos llamas pub rock (las canciones que cantas los británicos cuando llevan alguna copa de más). Han pasado tres décadas y no parece que la situación política haya mejorado ni en el Reino Unido ni en el mundo, pero ahí siguen The Godfathers para recordarnos que la lucha sigue. No todo está perdido mientras existan grupos con la actitud y la fuerza en en el escenario de The Godfathers.
El grupo local Reversos nos amenizaron la espera a base de su punk garajero. Ya sabes, canciones de apenas dos minutos, directas y divertidas. Arropados por un púbico fiel, sonaron temas como Tengo de todo o Bien. No es un estilo que me atraiga demasiado, lo admito, pero el público lo disfrutó.
Tocaba el turno de los cabezas de cartel. La melodía del maestro John Barry para la serie The persuaders nos indica la inminente salida del grupo a escena. Ya desde los primeros acordes nos quedó claro que estábamos ante una auténtica apisonadora sónica. El sonido del grupo fue simplemente brutal, de lo mejor que he oído en la López. Ahí estaba Peter Coyne con ese aire de mafioso londinense con el que es mejor no toparse en un mal día. Coyne derrocha elegancia en ese traje a la vez que se muestra intratable sobre el escenario. Los años no pasan en balde pero su voz no ha perdido ni un ápice de mala leche. Del resto del grupo debo destacar al guitarrista Steve Crittall y sus increíbles poses y muecas mientras hacía chillar a su instrumento. Se nota cuando una banda está disfrutando encima del escenario y, lo mejor de todo, es algo contagioso que acaba infectando al respetable. Y de qué manera.
The Godfathers venían a presentar su último trabajo A Big Bad Beautiful Noise del cual atacaron Let’s get higher, Till my heart stops beating (toda una declaración de intenciones) o el single You don’t love me. También sonaron cañonazos del pasado como This damn nation, Walking Johnny Cash blues o Cause I said so. Dejaron para el final sus joyas más celebradas como She gives me love y Birth School, Work Death. Se retiraron pero el sudoroso público quería seguir pasándoselo en grande. Volvieron para terminar con I Want Everything y una atronadora versión del Blitzkrieg Bop de Los Ramones.
Fue una auténtica gozada disfrutar de un grupo con más de tres décadas de historia a sus espaldas y que todavía es capaz de ofrecer noches así de memorables. Larga vida a los padrinos.
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