Hasta que alguien lo supere (cosa que al ritmo que van las productoras sucederá más temprano que tarde), “The Crown” tiene el honor de ser la serie con mayor presupuesto de la historia de la televisión. Cuidadísima producción anglo- estadounidense, con el sello de Netflix que si no apareciese su logo pasaría por uno de los espectáculos de época de la BBC, tipo “Downton Abbey”. Una reconstrucción fiel de los primeros años de reinado de Isabel II, cuya vida da para estos diez episodios y unas cuantas temporadas más.
Desde el primer capítulo abruma el diseño de producción, recreando y trasladando de forma sublime el Londres de hace más de sesenta años, sin ahorrar en decorados y ambientación y no escatimando ni en extras ni en exóticos rodajes en exteriores para narrarnos como llega la joven Isabel a reinar en la monarquía más antigua del mundo de forma sorpresiva, pues su tío Eduardo VIII, abdicó por su amor con Wallis Simpson, una mujer divorciada, cosa que prohíbe la Iglesia anglicana, de la que el monarca es cabeza visible, dejando el trono a Jorge VI, que murió a causa de un cáncer, dejando en manos de una inexperta mujer de veinticinco años la enorme responsabilidad y el peso de la tradición.
La serie se centra en como la joven reina se abre camino en un mundo palaciego lleno de intrigas y donde las personas no son libres de poder ejercer su voluntad plegándose al peso de la corona a la que alude el título. Así comprobamos el gran problema con su hermana la Infanta Margarita al enamorarse de un piloto divorciado, los desencuentros con el Duque de Edinburgo al sentirse ninguneado, eclipsado y “hombre florero” por el absoluto poder de su esposa, lo que empuja a dedicarse a un desenfrenada vida de lujos y excesos con amigos y, a mi juicio, lo más interesante la relación entre el Palacio de Buckingham y el 10 de Downing Street, con un gobierno de hombres casi jubilados, encabezado por el anciano Winston Churchill, que servirá de apoyo y “cicerone” en estos primeros años de reinado.
Junto a su apabullante ambientación el tono es modélico pues no se limita a una hagiografía de Isabel II y su corte, ya que la crítica subyace a casi todos los personajes pero sin centrarse en una crítica despiadada, así comprobamos la inseguridad de la regente, la envidia de su tío, la ineptitud de Churchill en algunos aspectos de su política, negándose a ver la realidad de sus colonias o apoyando la extracción de carbón dejando irrespirable a Londres (antológico sexto episodio, el mejor en mí opinión), los “tejemanejes” de las dos “Reinas Madres” o la caprichosa Margarita pero todos bajo un prisma elegante y de personas con grandes valores y espíritu de servicio que todo lo ejecutan por el bien de la corona y de Inglaterra.
Muy buena realización, con grandes generales de pasillos y estancias, junto a los impresionantes exteriores que consiguen que Buckingham Palace acabe convirtiéndose en una enorme y lujosa prisión, donde los personajes se encuentran solos entre su inmensidad y donde destaca Stephen Daldry (“Billy Elliot”, “Las horas”…) en la dirección de los primeros episodios, aunque la serie es creada por Peter Morgan, guionista de “The Queen”. Entre los actores, todos soberbios, destaca el duelo entre la joven Claire Foy como Isabel II y John Lithgow como Churchill, acompañados de los veteranos Victoria Hamilton y Eileen Atkins como las “reinas madres”, Jared Harris como Jorge VI (una interpretación muy alejada a la de Colin Firth en “El discurso del rey”), Alex Jenning como el Duque de Windsor, Jeremy Northam como el sucesor de Churchill Anthony Eden y Pip Torrens como el flemático jefe de la casa Real junto a los jóvenes Matt Smith como el Duque de Edinburgo y Vanessa Kirby como la Princesa Margarita (tal vez, demasiado guapa para el papel, acaba por resultar lo menos creíble). Una joya de la televisión actual que no en vano ganó (con toda justicia) el Globo de Oro a Mejor serie Dramática.
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