Inferno es la tercera adaptación de las novelas del escritor Dan Brown sobre el experto en simbología Robert Langdon. Dan Brown revolucionó el mundo editorial hace unos lustros con El código Da vinci. Viendo el filón, Hollywood compró los derechos rápidamente y así nació la decepcionante adaptación de El código Da vinci a manos de Ron Howard con Tom Hanks como protagonista. Un equipo que se ha mantenido invariable en la olvidable Ángeles y Demonios y ahora en Inferno.

Una vez más estamos ante una carrera contrarreloj intentando desvelar unos secretos ocultos que únicamente Langdon es capaz de descifrar y que pueden salvar al mundo. Nada nuevo bajo el sol. Lamentablemente, la novedad que supuso la primera novela se ha ido diluyendo en las sucesivas entregas hasta prácticamente desaparecer en esta tercera. Si la adaptación de El Código Da Vinci ya supuso una decepción para quien escribe estas líneas y Ángeles y demonios me pareció un despropósito, esta Inferno me parece una total pérdida de tiempo. La cosa ya no da más de sí. No sólo Inferno adolece de una galopante falta de ideas (heredada de la novela que adapta) sino que se nota la desgana con la que ha sido realizada.

En Inferno todo tiene la impresión de poco inspirado y realizado de forma anodina y sin pasión. El cine es una industria pero nunca está de más pensar en el espectador/consumidor del producto final ni poner un poco de ganas. Es tal la falta de entusiasmo que trasmite esta película que rezuma tedio por todos sus fotogramas. ¿Puede ser aburrida una película sobre un inminente ataque terrorista que va a soltar un virus letal? Pues sí. Sobre todo si la premisa no hay quien se la crea y el McGuffin a encontrar nos importa un bledo. El guión no puede estar, paradójicamente, más atiborrado de tópicos y situaciones inverosímiles. El problema viene del origen, la novela hace aguas y el guión de David Koepp no consigue hacer apasionante ni coherente un relato con tan poca vida. Todo podría haber acabado encajando si tras la cámara hubiera un director con ganas, cosas más ridículas hemos visto, pero la dirección de Ron Howard no puede ser más anodina. ¿En serio que este tipo es el responsable de Apollo XIII? Nadie lo diría.

Ni siquiera Tom Hanks resulta creíble. Se le nota apático y con poco interés, en piloto automático. Su interpretación dista mucho de trabajos recientes como Sully, El puente de los espías o Capitán Phillips. Hanks va por el cheque en un papel que ni él mismo se cree, por momentos parece que va a bostezar o mirar el reloj a ver cuánto le falta para acabar la jornada y volver a su hotel. Una pena. Tampoco Felicity Jones (que últimamente está hasta en la sopa) nos brinda su mejor interpretación, se limita a poner morritos y mostrarnos sus incisivos centrales superiores como principal recurso interpretativo. La verdad es que resulta irritante la manera en que en esta franquicia son tratados los personajes femeninos. Como si de una película de 007 se tratara, Langdon debe ir siempre acompañado en sus pesquisas por una bella damisela. La cosa resulta ya muy forzada y no hay quien se la crea, tanto que han metido un toque romántico con otra fémina (otro elemento tratado sin pasión ninguna que aburre a las vacas). Cierto que toda franquicia tiene sus constantes que le otorgan personalidad propia, pero lo de esta saga pasa de castaño oscuro. Ni me creo que siempre haya una bella joven que reclame los servicios de Langdon ni me creo esas organizaciones secretas ni esas pistas que van dejando para que Langdon las descifre. El primer libro fue original y tuvo su gracia, pero ahora resulta inverosímil. Todavía más si uno piensa que los lugares que Langdon visita son de sobra conocidos y que cualquier turista en Venecia, Florencia o Estambul va a visitar. Por cierto, señor Brown: ¿No existe otro escritor italiano que no sea Dante Alighieri? La verdad es que ya aburre el poco conocimiento de la cultura europea del que hacen gala ciertos escritores estadounidenses de best-sellers.

Ya para terminar, la apatía llega incluso a la partitura de Hans Zimmer, quien se limita a recrear su propia composición para El código Da Vinci y poco más.

Al infierno con ella.

Inferno

by: Luis Cifer

by: Luis Cifer

Luis Cifer, nació en la ciudad del cierzo. Se dice que siempre viste negro, que Luis no es su nombre real y que duerme en la calle. Otros dicen que tiene un trabajo, que no bebe alcohol e incluso que es padre de familia, pero no hay nada confirmado. También se le puede encontrar en su blog de cine.

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