Hay directores que no necesitan de muchas parafernalias para contarnos historias y hacer que el público entre en ellas y traspasarle las sensaciones y en este caso, en 12 Años de Esclavitud, el dolor, el sufrimiento y la injusticia de algo que siempre va a ir ligado a una sociedad, no en particular a lo vivido en tierras americanas no hace mucho tiempo, sino también al ser humano en general, y es que marcado a fuego, en algún lugar del árbol genealógico se esconde ese defecto que desde el inicio de los tiempos lleva marcado el hombre desde su nacimiento que no es otro que sentirse superior a su semejante.
Con 12 Años de Esclavitud Steve McQueen no nos cuenta nada que no hayamos estudiado en nuestra juventud sobre la esclavitud y las mentes enfermas de quienes en su momento crearon tal abominación, pero mediante la figura de Solomon nos embarca en un viaje en el que solo hay mezquindad, humillación y resignación con el que durante dos horas las bajezas y las miserias de los que se creen superiores en nombre de un Dios que, de existir, solo puede producirle asqueo.
Un viaje en el que a través de la mirada y los silencios, sin duda lo mejor de la película, y alejado, tal como ya hiciese en su momento Mel Gibson, aunque sin llegar a su nivel, en esa monumental obra maestra llamada La Pasión de Cristo, de cualquier contemplación su único objetivo es que el patio de butacas se horrorice ante la crueldad con la que un ser humando puede ser capaz de tratar a su semejante simplemente por tener un color de piel diferente, aunque ese otro, y eso ya daría para un buen rato de deliberación, le parezca que solo tiene el camino de aceptación de su rol, pero esto que parece fácil es tremendamente difícil , pero para ello, para dar vida a esta historia basada en hechos reales, McQueen tiene unos ases bajo la manga que con su presencia hace que la película se eleve a un nivel superior, y esos ases tienen nombre y apellidos que no son otros que Chiwetel Ejiofor encargado de dar vida al personaje central de la película que con, tal como ya se ha comentado anteriormente, esa mirada desnuda a la que no le hace falta ningún encuadre especial ni tampoco adornarla con ninguna nota musical, y esos silencios en los que el aire se puede cortar, le va a llevar directamente a una nominación a los premios de la academia en la categoría de mejor actor, como el que ya tiene reservado a su nombre Lupita Nyong’o dando vida a Patsey con la que todos, absolutamente todos hemos sufrido en nuestras carnes ese momento en el que Fassbender, otro que se sale en su papel de hijo de puta, desata, eso sí, siempre en nombre de Dios, toda su furia, sin olvidarnos de uno de los productores de la película, Brad Pitt, que se ha reservado para sí sus cinco minutos de gloria eligiendo el papel de Bass con el que se señala el inicio del cambio y todo lo que vendría a continuación en una sociedad que, unos centenares de años después, han sido capaces de elegir un presidente de color.
Sí, nada nuevo nos aporta Steve McQueen con 12 años de esclavitud y aún así, desde ya pasa a convertirse en la gran favorita para hacer una buena recolección de premios de las diversas academias, porque no es lo que aporta sino como lo hace, y esos juegos de silencios, miradas, desmoronamiento, con la crueldad y dureza con la que está tratada, como cruel y duro son las ocho horas en las que Solomon, en una de esas escenas que ya forman parte de la historia del cine, se tambalea colgado en el árbol mientras todos miran hacía otro lado y continúan con sus tareas diarias.
Y podríamos seguir, pero acabaríamos dando vueltas y vueltas sobre lo mismo que no es otra cosa que el ser humano no tiene solución posible y el dolor y la crueldad es una marca de la casa. Sí, 12 años de esclavitud es un peliculón de principio a fin y, desde ya, de obligada visión en todas las escuelas.
Bravo por Steve McQueen!!!
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