Dice Zinnard que no quedó satisfecho con el ritmo de Orbit One. Yo no soy quien para decir nada más allá de que aquel sincero y entrañable trabajo me gustó mucho, pero creo que su insatisfacción ha sido nuestra suerte. Clean-cut and rude; que quede claro: más directo, más rocker, más yanqui. Rodeado esta vez de una banda que sustituye a los instrumentistas de cuerda de entonces, Paul suena al Dylan rockero más que nunca. En ocho temas se reparten unas pocas historias, riffes de carretera y melodías de viaje largo de primera calidad.
Habiendo disfrutado de estas canciones en directo, mi perspectiva es menos válida que la de cualquiera. Sobre el escenario, cobran otra dimensión -aunque el disco se grabó del tirón y en práctico directo-. Ya no las escucho con los mismos oídos. No se tomen mi punto de vista como el de alguien neutral, porque no lo es. Ahora percibo los teclados de «All Around The World» y sus punteos como un duelo de presencia, y no como arreglos sin más para una buena canción de autor. Mis piernas deciden ir por su cuenta cuando suena «All Day Long», una composición para degustar sin prisa, llena interesantes cambios de intensidad e instrumentación americana.
Los estallidos de «You and I» pueden parecerme mucho más fuertes de lo que ya son, y con «Rain or no rain» espero una lluvia de guitarras que en el estudio fue mucho más comedida. Una, por cierto, muy emocionante pieza que Paul explica de propia voz desde su lugar de trabajo. Cuando me quiero dar cuenta, «John and Claire» me ha sacado una sonrisa de oreja a oreja, y es que como a lo largo de todo el disco, teclado y guitarras se complementan como uña y carne y avanzan en dirección a la canción, nunca a rebufo de esta.
Qué pronto terminan «Red or Blue», la más eléctrica, «Stop Wasting My Time», en la que reina el piano, y la veraniega «Beaches in the North», optimista, como todas las anteriores. Todas y cada una, de espontáneas, divertidas, pulidas y carentes de flecos, pasan haciendo ruido, pero lejos de molestar. Alegran y deleitan. Qué buena costumbre grabar discos en tres días. Piezas como esta hacen echar de menos las viejas maneras: las canciones están vivas.
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