Una vez titulado, ya podemos pasar a otra cosa y cerrar la crítica del doble capítulo inicial de la temida cuarta temporada de Homeland. Sí, temida tras la monumental bazofia en que acabó convirtiéndose la tercera, donde todo los imputs señalaban claramente que tras esa sinrazón argumental era absolutamente imposible una cuarta. Pero sí, en un acto que en su momento costó digerir, se anunció una nueva temporada, y fue en ese momento cuando empezamos a hacer cábalas para intuir de qué manera podía seguir adelante una serie que se basaba en dos pilares fundamentales y uno de ellos todavía se balanceaba inerte en ese descampado.
Desde hace unos días ya tenemos respuesta a nuestras preguntas y, quién nos lo iba a decir, parece que los guionistas han vuelto a la equilibrada dieta de las primeras dos entregas, dejando atrás esos hongos alucinógenos con los que completaron la tercera y, ves a saber de donde, han conseguido con ese doble capítulo inicial marcar un magnifico camino a seguir. Si bien estaba claro que sólo podía ser así, tampoco era fácil, después de marearla hasta la extenuación, volver a recuperar a esa inestable pero maravillosa Carrie Mathison que nos enamoró en la primera temporada de la serie. No hay duda: los aires de Oriente Medio le sientan muy bien.
Un camino por el que, no hay duda, también va a transitar Saul, ahora en la empresa privada y alejado de los corsés oficiales, cosa que sin duda vamos a agradecer, sin olvidarnos del que va a ser el tercer pilar (y sabiendo que a los guionistas les gusta esa combinación de acción y romanticismo, más de uno ya se imagina como puede acabar el bueno de Quinn), aunque esto no deja de ser una mera conjetura, pero lo que no lo es y ya desde el primer momento queda claro, es la figura emergente de Aayan, el superviviente de la boda, y de cuya presencia vamos a tener bastante constancia en esta nueva temporada donde la acción va a concentrarse en las áridas tierras de Afganistán y Pakistán.
Sí, todo el tablero de juego planteado en estos dos primeros capítulos pinta muy bien y atrás deja el bochorno de lo vivido anteriormente. Pero es justo en este momento que recordamos de qué iba Homeland y esa magnifica trama inicial donde nada era lo que parecía, donde Carrie se las tenía que ver entre la duda y la certeza de sus convicciones ante la aparición de Brody y cómo algo que tenía que terminar al final de la segunda temporada, va a acabar convirtiéndose en un sucedáneo de 24: cambias a Bauer por Carrie, y esa lucha sin cuartel que se avecina en Oriente Medio bien podría cuadrarse en una de las temporadas de 24.
Por cierto, antológica la frase de Aayan al referirse al desenlace del jefe de estación.
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