No es la primera vez que Kathryn Bigelow trata el tema militar pues dos de sus grandes éxitos se ambientaban el contexto bélico como fueron “En tierra hostil” y “La noche más oscura”, dentro de una filmografía que lleva impactando desde la década de los ochenta del siglo pasado gracias a su enorme sentido de la acción y el espectáculo con célebres títulos como la infravalorada “Los viajeros de la noche”, “Le llaman Bodhi” o “Días extraños”, entre otros muchos largometrajes.

Ahora, pasados los setenta años, nos presenta “Una casa llena de dinamita”. Un guion dividido en tres historias cruzadas sobre los problemas de tres entes gubernamentales diferentes en una crisis de misiles, al ser lanzado uno por un enemigo invisible con claras posibilidades de impactar en territorio estadounidense.
Un argumento que nos recuerda al de la excepcional “Punto límite” de Sidney Lumet aunque aquí cambiemos al presidente Henry Fonda por Idris Elba, protagonista del último capítulo (de los dos primeros son Rebecca Ferguson y Gabriel Basso). No sabemos si el guion de Noah Oppenheim se habrá basado en la película de los sesenta (un clásico sobre la “Guerra Fría”) pero su idea funciona pues de la mera anécdota se convierte en un “libreto” bien planteado y que suple la falta de original (pues es la misma situación) con soluciones imaginativas y una estructura narrativa compleja.
Y si el guion es interesante, más lo es la puesta en escena de Bigelow pues dota a todo el metraje (algo más de hora y tres cuartos) de un ritmo endiablado aunque como en toda su trayectoria algunas pasajes la duración del plano es ínfima. Eso sí, es indiscutible como merced a una acción vertiginosa se puede limitar la falta de sorpresa una vez acabada el primer acto.
Y si Bigelow consigue elevarse gracias a su alambicado ejercicio y llevar las diferentes secuencias en paralelo con maestría, otro motivo para conseguir un trabajo notable en muchos momentos es la pericia de un gran elenco técnico (genial la fotografía de Barry Aykroyd o el diseño de interiores) y un reparto homogéneo donde además de los intérpretes antes mencionados aparecen secundarios de peso como Jared Harris o Jason Clarke.
En definitivo, con sus limitaciones “Una casa llena de dinamita” es un correcto ejercicio que devuelve a una figura del cine de acción como Kathryn Bigelow que aun sin encontrarse entre lo mejor de su filmografía, sí consigue un buen largometraje, con más virtudes que defectos y un estilo propio que engrandece el catálogo del gigante Netflix.




















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