Con tan solo seis largometrajes en treinta años de carrera, la filmografía de Agustín Diaz- Yanes es cuanto menos peculiar pues es uno de los directores con más talento del panorama español pero su trayectoria es irregular pues desde su impecable debut con “Nadie hablará de nosotras cuando hayamos muerto” sus filmes, aunque interesantes, no han llegado a ese nivel.

Así que tras siete años de silencio (su última producción fue “Oro” en 2018) regresa con “Un fantasma en la batalla”, obra con el que vuelve a reverdecer sus mejores títulos. Y eso que su trama no resulta del todo original pues las comparaciones con la reciente “La infiltrada” de Arantxa Etxevarria son evidentes pues sus argumentos son similares.
En este caso se nos narra las vicisitudes de una joven de la Guardia Civil que consigue integrarse en ETA siendo eje fundamental en la “Operación Santuario” que descabezó a la banda terrorista con un importante coste personal, con un guion que sí marca diferencias con la cinta de Etxevarria en cuanto tono.
En el “libreto” del propio Diaz- Yanes prima más la seriedad y el tono más verídico, con múltiples secuencias de archivo, rozando el cine documental en algunas secuencias, lo que le diferencia con “La infiltrada” donde primaba la acción.
Un relato bien construido y que se sigue con tremendo interés, cimentado en una puesta en escena brillante donde Diaz- Yanes intenta que buceemos en momentos históricos donde se nos ofrece la hipótesis del final de ETA más debido a la aportación policial que al diálogo político.
Además el reparto funciona, con todos los intérpretes con rictus serio en todo el metraje como metáfora de esos convulsos tiempos para etarras y Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado. Un mundo donde no existe ni la felicidad ni la risa. Tanto en la Guardia Civil encarnado por una acertada Susana Abaitua como Andrés Gertrudix como en el mundo “abertzale” con unos estupendos Iraia Elías y Raúl Arevalo, junto a dos destacados secundarios como Ariadna Gil y el cineasta Jaime Chávarri.
Entre todos, junto a la buena factura formal encabezada por la fotografía de Paco Femenía o la banda sonora de Arnau Bataller (técnicos de la confianza de J.A. Bayona, productor del filme), consiguen una película más que interesante, de notable tono media y que quizás quede un tanto lastrada por ese verismo con el que algunos pasajes adolecen de más frialdad de la cuenta. Por fortuna son los menos y las virtudes superan con creces los pequeños defectos, devolviéndonos al mejor Diaz- Yanes y a un tema que no se debería olvidar aunque ahora no sea tan valiente filmarlo como hace veinte o treinta años.




















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