“La mujer del camarote 10” intenta reflejar esos misterios “whodunit” que dieron fama a Agatha Christie en la literatura y que tan buen rédito han dado en el mundo del cine.

Thrillers donde los espectadores deben quedar sorprendidos por los giros de la investigación. Sin embargo, esta adaptación del “best seller” de Ruth Ware queda a una distancia sideral de las novelas de la escritora británica. Y el motivo no es otro que en una búsqueda del asesino no puede resultar todo tan anodino y previsible como el que nos ofrece este guion firmado por cinco personas (entre ellos el director y la autora del libro en el que se basa).
Una historia donde una reputada periodista es invitada a un lujoso yate con una peregrina excusa y tiene que descubrir el posible crimen y desaparición de una mujer que no aparece ni en la tripulación ni entre los millonarios pasajeros que piensan que la profesional puede estar inventándoselo o perdiendo la cordura. Una especie de híbrido entre “Muerte en el Nilo” y “Luz de gas”, ambas bastante superiores a este fallido largometraje.
Su director, el australiano Simon Stone sí consigue una ambientación adecuada e intenta dotar de la claustrofobia propia de un lugar tan hermético y con nulas posibilidades de escape pero su irrealidad al resolver situaciones lastran un producto vistoso en lo formal (gran fotografía de Ben Davis o correcta banda sonora de Benjamin Wallfisch) pero difícil de creer. Además adolece de un problema ideológico pues sabemos desde el inicio que la psicología de los personajes viene caracterizada por su raza o sexo biológico, algo impresentable en un filme de suspense pues desde el primer minuto sabemos quienes van a ser los buenos, quien los malos e, incluso, quien puede morir por el camino. Y así, descubrimos con estupor que una periodista no demasiado corpulenta puede derribar sin demasiados problemas a dos hombres adultos, comprobar como los millonarios se comportan como adolescentes o presenciar un desenlace con un villano de “opereta”, lo que acerca a la producción en más de una secuencia a la “comedia involuntaria”.
Y es una lástima pues el reparto está encabezado por la normalmente eficaz Keira Knightley, absoluta protagonista y un Guy Pearce, lejos de su mejores papeles (por ejemplo, por citar uno de los últimos, el de “The brutalist”) e histriónico a más no poder. El resto son meras comparsas en esta cinta que aunque esté teniendo cierto éxito en Netflix dudamos que vaya a tener mucho más recorrido en la plataforma. Un largometraje corto (dura hora y media), fallido y olvidable.




















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