La gran paradoja de Jurassic World: Rebirth es que su falta de pretensiones termina siendo su mayor virtud. Su guion es tan sencillo y hueco como el de un videojuego arcade de los años 80. A saber: los protagonistas, encabezados por unos Scarlett Johansson (¿Lara Croft oxigenada?) y Mahershala Ali que van directamente por el cheque, deben extraer sangre de tres dinosaurios (uno terrestre, otro marino, otro alado) para fabricar un medicamento milagroso para las los humanos. ¿Absurdo? Por supuesto. ¿Funciona? También. Con un McGuffin así de descabellado, ¿qué puede salir mal?

En 1993, el gran Steven Spielberg filmaba Jurassic Park como una parábola sobre el hombre jugando a ser Dios con la clonación y alentado por el capitalismo. El Parque Jurásico ha sido siempre una metáfora de la insaciable sed de dinero del ser humano. Como ya dejó claro Spielberg con el alcalde del pueblo de Tiburón, el capitalismo es el auténtico villano de esta saga, no unos animales que sólo siguen sus instintos. El problema es que casi nadie se fijó en ello, sólo se hablaba de dinosaurios y de la revolución que el film supuso en el campo de los efectos especiales. Hubo secuelas y reboots bastante irregulares hasta que treinta años después, Jurassic World: Dominion se nos presentó como un indigesto y aburrido sermón ecológico: el planeta agonizaba, nosotros somos los depredadores finales, los dinosaurios eran una metáfora del daño que causamos al planeta, etc. Y ahora, cuando ya nadie esperaba nada de esta franquicia, llega Jurassic World: Rebirth, un blockbuster veraniego como debe ser: sin moralejas, ni ensayos sobre bioética que se la sudan al espectador. Dominion quiso ser trascendente y acabó en tedio; Rebirth no pretende nada y se disfruta precisamente por eso. Rebirth es, en ese sentido, un regreso a lo básico: dos horas de entretenimiento con dinosaurios, persecuciones y dentelladas. Nada más y nada menos. Y sin esa insoportable pareja formada por Chris Pratt y Bryce Dallas Howard (con menos química que un ladrillo y un candado), ni necesidad de rescatar a elenco del film original.

Que sí, el guión de David Koepp es un refrito de Parque Jurásico 3 (que tampoco tenía ninguna pretensión más allá de entretener) y mete con calzador algunos temas que chirrían bastante como la inmigración ilegal (casualmente la familia a rescatar son hispanos) o las patentes farmacéuticas (hay que ver lo malos que son siempre los de las farmacéuticas). Lo de incluir a una niña que corre por la selva como si se tratara de Dora la exploradora y se echa de mascota a un baby dinosaurio supongo que lo habrán metido para enganchar a un público más infantil. Por cierto, me gustaría saber dónde comprar esas lanchas hinchables a prueba de dentelladas. Lo de que los rudos mercenarios del film tengan su corazoncito es otro aspecto que me creo menos que la resurrección de los dinosaurios. Ya que estamos con los dinosaurios, estos bichos siempre parecen saber quienes son los malos de la película y van a por ellos justo cuando a la historia le hace falta. Un fallo que esta franquicia viene arrastrando desde el primer film. Lo de los dinosaurios mutados supongo que lo harán para vender más muñecos. Lo cierto es que hay algún diseño realmente espeluznante, casi más propio de la saga Alien. Ya para acabar, una petición a los lumbreras de Hollywood tras 7 películas jurásicas: ¡¡DEJAD EN PAZ A LOS DINOSAURIOS DE UNA PUÑETERA VEZ!!.
Jurassic World: Rebirth es como una Coca-Cola en un vaso de plástico: efervescente y olvidable aunque capaz de refrescarte cuando el calor aprieta.




















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