El abismo secreto es como una sopa de tres sabores que se anula a sí misma: ni romántica, ni terror, ni thriller, ni zombis. Resultado: un brevaje empalagoso y sin identidad, peligroso para diabéticos y para cualquiera con un mínimo de amor propio como espectador.

Lo que más duele es que había buen material: Anya Taylor-Joy (The Witch)y Miles Teller (Whiplash) son una pareja con mucho tirón y Scott Derrickson es un director muy capaz que tiene en su haber films como Sinister, Black phone o El exorcismo de Emily Rose. También ha rodado estupideces como Ultimátum a la tierra o Hellraiser V, nadie es perfecto excepto Kubrick. Pero aquí no procedía pensar mucho, El abismo secreto es una película de estudio y no procede que el director se luzca con aportaciones o estridencias macabras, no nos aya a espantar al público. El guión parece escrito por un grupo de directivos del estudio que decidieron que su producto no podía asustar demasiado, ni emocionar en exceso, ni mostrar nada que pueda ofender a su público potencial. Es como si cada vez que la trama amenazara con ponerse interesante, alguien gritara “¡Cuidado, que se nos van a asustar las mujeres de 35 a 45 años!” y cortaran por lo sano. Así se hace el cine hoy en día. Oficialmente, este desastre de guión es de un tal Zach Dean, todo un genio de la narrativa artífice de los últimos guiones, por llamarlos de alguna manera, de la saga Fast & Furious. Tela.

El abismo secreto no es de terror, no es thriller, no es de zombis…es un Frankenstein de géneros que nunca cobra vida: un pastelón de sobremesa dominguera. Ni siquiera la música de los siempre interesantes Trent Reznor y Atticus Ross (Nine inch nails) consigue levantar el interés de este despropósito. Por no hablar de esos seres hechos un CGI bastante chapucero, como si fueran justos de presupuesto lo de Apple. Cuidado, también aparece Sigourney Weaver con cara de estar esperando a ver si aparece el alien y se acaba su participación en este bodrio. Y luego está el final… Ay, el final. Tan feliz, tan forzado, tan falsamente redondo que parece escrito con el manual “Cómo cerrar tu película para el público imbécil que se quedo traumatizado con el final de Titanic”. Lo dicho, es el tipo final que nace de una reunión de directivos. Lo más inquietante de toda la cinta es cómo toma por tonto al espectador. ¿En serio que nos tenemos que creer que encuentran una cinta, un proyector y una fuente de energía eléctrica para descubrir qué demonios pasó ahí abajo? Vamosnomejodas. El exceso de explicaciones es otro fallo de este tipo de películas. Tiene que dejar todo atado y bien atado, no vaya a ser a algún espectador le dé por pensar. Patético.
En definitiva, El abismo secreto es una película que quiso gustar a todos y acabó olvidada por todos.




















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