En el pasado Mark L. Smith consiguió un gran éxito en el mundo del western como guionista por su trabajo, junto a González Iñárritu, en el “El renacido”, dura cinta de supervivencia protagonizada por Leonardo Di Caprio donde la violencia intentaba acercarse lo más posible a la realidad. Un verismo que hemos vuelto a ver en trabajos como «1883» o la primera parte de «Horizon. An american saga» que han vuelto a colocar a este género tan genuinamente estadounidense en el disparadero.

De hecho, “Érase una vez en el oeste” (extraño título de «American primeval» que nos remite al original de Leone que se tituló en España “Hasta que llegó su hora”) bebe de esas fuentes antes citadas ofreciéndonos un mosaico violento donde varios bandos se enfrentan, creando grandes masacres y efímeras alianzas. La excusa es contar el hecho real que perpetraron los mormones en Utah en el siglo XIX, perpetrando un ataque de “falsa bandera” junto a los indios para asesinar a pioneros que buscaban labrarse la vida en esas tierras. Curioso pero en la actualidad conviven dos títulos que versan sobre los miembros de la Iglesia de Jesucristo de los Últimos Días como son esta miniserie de seis capítulos y «Heretic», todavía en cines. Imaginamos que no les habrá hecho ninguna gracia estas dos muestras audiovisuales pues en ninguna salen bien parados.
Una serie que se desdobla en tres, siendo la de los mormones y sus intrigas la más interesante (magnífico Kim Coates como villano) y entretenidas, aunque mucho más tópicas la de los indios y la mujer secuestrada y la huida a zona segura de la mujer con su hijo y el mercenario contratado. En ambas vemos ecos desde “Centauros del desierto” hasta “Soldado azul” aunque el empoderamiento artificial al que han dotado al personaje de Betty Gilpin no termina de convencer, al igual que el desenlace del de Taylor Kitsch, al que no veíamos de protagonista de relevancia desde la infravalorada segunda temporada de “True detective”.
La realización se ha otorgado a Peter Berg, alguien que saltó a la palestra desde su ópera prima “Very bad things”, una gamberrada bestial que le permitió llevar una trayectoria de títulos más o menos comerciales, con Mark Warhlberg de actor fetiche. Su puesta en escena es acertada, mostrando la dureza del salvaje oeste e integrando los combates y efectos especiales en la historia aunque es cierto que el final no está a la altura de lo propuesto en los primeros episodios.
Un título fácil de ver, entretenido aunque no aporta nada nuevo, salvo ese vergonzoso momento acontecido y que tiene como principales responsables a los mormones, algo que apenas se había contado en el pasado. Esa trama daba para un buen largometraje pues el resto parecen añadidos. Bien filmados y con calidad pero rellenos, al fin y al cabo.




















0 comentarios