Hasta ahora sobre el “Dune” de Frank Herbert se habían realizado las conocidas películas para la pantalla grande, tanto la de David Lynch de los ochenta como el estupendo díptico de Denis Villeneuve, como dos series, la basada en la primera novela e “Hijos de Dune” (ambas rodadas a principio de siglo). Este “Dune: la profecía” es la primera ocasión donde el soporte literario no es la base sino que se quedan con el universo y personajes de Herbert escribiendo una nueva historia. Una precuela ambientada diez mil años antes que los hechos del primer “Dune” y donde se nos narra el inicio de las Bene Gesserit y su importante influencia en las diferentes casas espaciales.
En su debe no parece buena idea intentar enmendar la plana a un “tótem” de la literatura de ciencia ficción y aunque reconocemos la ambientación y los nombres de Atreides, Harkonnen o Corrrino en líneas generales no parece la saga original. A pesar de los esfuerzos de los tres guionistas, el material escrito por Kevin J. Anderson y Brian Herbert (el hijo de Frank) es inferior, basándose en lo publicado por los dos autores desde “la yihad butleriana”, una actualización a estos nuevos tiempos. Aún con todo su resultado no es ni mucho menos desastroso, como sucedía con «Los anillos de poder» y Tolkien.
Siguen las luchas de poder y política, en la línea de “Juego de tronos”, narrándonos el hecho fundamental por el que se instaura el odio entre las casas Atreides y Harkonnen mientras en la casa regente, el emperador debe debatir el destino del mundo y su corona entre su ambiciosa segunda esposa, las intrigantes Bene Gesserit y un iluminado con poderes psíquicos de extraña procedencia.
En esta primera temporada, apenas aparece el planeta Arrakis, situándose la acción en Shaddam IV, hogar de los Corrino y Wallach IX donde reside la secta de las Bene Gesserit. Las luchas por la especia y su control imaginamos que quedan para la anunciada continuación. Una buena idea la de desarrollar su argumento en estos dos lugares, ya que más imaginamos que causaría problemas al espectador para seguir la trama. De hecho, las múltiples líneas argumentales entre las Bene Gesserit no son sencillas de seguir.
En lo que es espectacular la serie es en el aspecto visual, tanto en la oscura fotografía o la banda sonora de Volker Bertelmann, junto a una gran dirección artística, vestuario, ambientación y efectos especiales (perfectamente integrados en la historia). Dirección algo más académica que en los trabajos de Villeneuve pero que eleva a gran televisión el sexto y último dirigido por Anna Foerster, sin duda el mejor de todos los capítulos, que deja el punto álgido para la segunda temporada.
A ello se suma un excelente reparo comandado por una brutal Emily Watson y donde destacan Olivia Williams, Travis Fimmel y Mark Strong que elevan un producto de HBO que sin ser perfecto sí posee un notable resultado, gran ritmo y un episodio final para el recuerdo.
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