Ironías del destino. Jack White retorna a sus orígenes con No name, un disco editado por sorpresa en su página web. No name supone el abandono de la senda más experimental de “Boarding House Reach” (2018) o «Fear of the dawn» (2022) para regresar al enérgico blues/rock/punk garagero con el que saboreó la gloria hace lustros con The White Stripes. Este retorno a los orígenes no suena a pastiche sino más bien a anfetamínica huida hacia delante.
Es innegable que el gancho de White permanece intacto, sus riffs siguen sonando demoledores y sigue siendo un culo inquieto muy a tener en cuenta a pesar de esta mirada al pasado que supone No name. Para muestra, unos cuantos botones: el inicio con la reptante “Old Scratch Blues”, las rabiosas ¨Missionary», “Bless Yourself”, ¨Morning at midnigt», «That’s How I’m Feeling» o “It’s rough on rats” me encantan aunque admito que podrían estar incluidas en cualquiera de sus discos anteriores. ¿Y? ¿Dónde está el problema si son cañonazos descomunales tan frescos como un tomate recién cogido de la mata? Del resto de No name debo destacar la algo más experimental «Bombing Out» o la Led Zeppeliana “Underground”. Nada nuevo bajo el sol, cierto, pero tampoco nada despreciable. No name es un disco crudo y frenético que parece parido a toda velocidad, un disco sin título, nacido de la urgencia de su creador de hacer y compartir música. Un artefacto perfecto para fans de Jack White y que puede suponer un vehìculo bastante adecuado para quienes no lo conozcan y quieran acercarse a su universo sonoro.
No name no aporta nada nuevo al catálogo de Jack White, cierto, pero es muy disfrutable.
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