Hay un modo de hacer música que cada vez se ve más en los últimos tiempos, que algunos resumen con la etiqueta OMB, One Man Band, y que me fascina. Ese el Do it yourself, el yo me lo guiso yo me lo como, llevado hasta sus últimas consecuencias. ¡Más punk que las chinchetas! Luego la música no tiene porque ser nada asimilable al punk tal como lo conocemos, aunque en muchos casos por algún lado que otro le vemos un ramalazo de algo asimilable al punk. Supongo que es inevitable, la actitud necesaria para hacer las cosas de esta manera te sitúa en patrones de pensamiento que tienen puntos en común con otros que hacen lo mismo y eso se acaba reflejando en tu trabajo de un modo u otro. El disco que nos ocupa hoy es un pelotazo de heavy metal con un deje thrashero deudor de Metallica encuentra precisamente ahí, en ese amor por el thrash metal, su punto de unión con el punk que hace coherente la música que escuchas con la actitud que hablaba y se percibe tras las notas.
No deja de fascinarme la ética del trabajo y la disciplina que es necesaria para hacer algo de esta naturaleza. A parte de tener un dominio los instrumentos, una buena voz para cantar y conocimientos de todos los colores, afrontar el trabajo de composición, grabación, mezcla, masterización, diseño, publicación, todo una persona sola es una barbaridad que sólo quienes se han metido el curro de hacerlo saben de qué estamos hablando. Y en este caso es la segunda vez que mi admirado Juanma Sosa lo hace bajo el logo de Tears Of Clown. Ya en su primer disco, The day that never comes, nos mostraba un talento y un saber hacer que nos dejó a muchos enganchados y pendientes de los temas de adelanto que ha ido sacando con cuentagotas de este I just want to live. Ahora que por fin lo tenemos disponible en todas las plataformas y hemos podido degustarlo con el tiempo y dedicación que merece, es el momento de contar que nos hemos encontrado.
Como decía es un disco de heavy metal de maneras muy noventeras, con mucha influencia de los Metallica y una voz que a mí me recuerda mucho a la del señor Peavy Wagner de Rage, el cual a su vez, sobre todo en la etapa del End of all days, recuerda mucho en ocasiones a James Hetfield con lo que el círculo se cierra. Lo bueno para mí de esa forma de expresión asumida por Juanma es que el peso de los temas recae en unos riffs de guitarra muy cuidados y vacilones. Me encanta un buen riff de guitarra y en este I just want to live los hay a patadas. De todo tipo además, machacones, rápidos, épicos, melódicos, rompecuellos, para todos los gustos de cualquier metalhead de la vieja escuela. Un catálogo de riffarracos bien enhebrados que te va a mantener entretenido y a la escucha de principio a fin, que hará que se te vaya el pie detrás y sigas el ritmo con la cabeza. La líneas de bajo son en su mayoría sencillas pero eficientes, se limitan a cumplir su papel de seguir a la guitarra y reforzar en graves su propuesta para que truene. Las baterías están muy cuidadas y llevan los temas a la perfección, les falta ese toque que le daría que hubiese ahí un tío tocando de verdad pero las limitaciones de estar grabado en casa con pocos medios son las que son y no se le puede pedir peras al olmo. En cualquier caso programar una buena batería también es un arte y aquí Juanma demuestra una vez más que es capaz de tirar palante con lo que le echen. Es cierto que hay pasajes en los que canta más que en otros esa batería de lata, pero quizá te sorprenderías si supieras la cantidad de baterías que escuchas en discos creyendo que hay un tío dándole mandanga al asunto y en realidad es un secuenciador. Los solos cumplen su función a la perfección e incluso tiene unos cuantos muy interesantes.
El punto más fuerte de este disco, como el anterior, son los temas. Cada canción tiene una identidad propia fortísima, siendo un todo coherente donde en ningún momento tengas las sensación de cambio. Hay veces que tengo la sensación cuando escucho muchos discos que es todo un mismo tema largo con variaciones que no sabes donde empieza uno y termina otro más allá de un pequeño espacio de silencio o una intro. Estos discos donde cada canción es una entidad independiente, reconocible, cantable y única me encantan. Luego podremos discutir sobre a quien le gusta más tal o cual canción, no todas te van a entrar igual, pero esa variedad le da una riqueza al conjunto muy reseñable.
El disco además tiene una unidad temática en cuanto a las letras pues está enfocado en una cuestión muy importante y que parece que empieza a ocupar espacio en el debate público: la salud mental. A pesar de saber este dato no puedo profundizar en el asunto porque no he podido leer los textos y no entiendo bien todo lo que canta Juanma, mi inglés de nivel medio se defiende a la hora de entender algo escrito, pero eso que llaman el listening se me da como el culo. A ver si aparece la prometida edición en CD y podemos darle una lectura que seguramente sea digno tener en cuenta y mejores la percepción global de la obra ya de por sí muy disfrutable.
En definitiva un buen paso adelante para este proyecto tan personal de Juanma Sosa. Un salto importante en calidad tanto a nivel de composición como de ejecución y producción respecto al anterior. Un buen montón de riffs y melodías memorables que, repito, salen del trabajo de un tío solo en su estudio casero, sin trampa ni cartón, sólo trabajo duro y honesto. Un disco que representa la autenticidad más sincera en unos tiempos que ya sabemos como son. Deseando poder tener este y el anterior en CD en mi colección, así como que empiecen a salir los ya prometidos adelantos del próximo. ¡Bien por Juanma!
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