Está claro que los últimos álbumes de Iron Maiden pueden gustar más o menos pero buscan no quedarse estancados en los sonidos de siempre. Un riesgo que suele salir bien aunque el sonido más progresivo no interese tanto a una nutrida “tropa” de sus seguidores. “Book of souls” fue uno de esos LP’S y a esos, no tan lejanos, tiempos nos retrotraemos pues fue cuando se ideó este “The Mandrake Project”, disco que iba a ser conceptual y del que queda “Eternity has failed” aunque en el “Book of souls” fuese bautizado como “If eternity should fail”. Tema de apertura, nada menos.
Esa máxima de no anclarse en el sonido de “toda la vida” también nutre este trabajo de Bruce Dickinson, donde el vocalista elige un “tempo” donde lucirse pewro que a su vez le haga sentirse cómodo, cosa que podemos comprobar desde el inicio con “Afterglow of Ragnarok” cantado en tono algo más grave del habitual. Toda una presentación y que además cuenta con un magnífico estribillo. Dickinson vuelve a brillar, apoyado en una banda de altura, en “Many doors to hell” que suena melódico y actual, lejos de otras leyendas del metal que siguen anclados en su glorioso pasado (cosa que, por otro lado, no es necesariamente mala).
“Rain on the graves” tiene una cadencia más “heavy”, con un Dickinson casi fraseando las estrofas bajo un “riff” pesado y toques de bajo y sintetizador que desembocan en un estribillo más hímnico. “Resurrection men” comienza como un corte fronterizo. Armonías estadounidenses aunque mantiene la estructura hímnica y pesada que provoca la voz de Bruce Dickinson. Un cruce entre The Cult y el metal progresivo. Algo extraño pero que funciona.
Como se puede observar “The Mandrake Project” es una obra que se toma su tiempo en cada canción, en cada melodía. Una excepción es la más lírica “Fingers in the wound”, la más corta pues no llega a los cuatro minutos. Predomina el sintetizador y un raro puente oriental a lo Myrath. Un exotismo que enlaza con, la antes mencionada, “Eternity has failed”, con pocas diferencias de aquella apertura del “The book of souls”, salvo los toques de flauta y percusión amazónica. Continente donde situaban la gira mundial de aquel disco de Iron Maiden. De no encontrarse en el álbum de la “doncella” estaríamos hablando de uno de los mejores temas de Dickinson en solitario (cosa que hasta ahora sigue manteniendo “Tears of the dragon”).
Brutalidad contemporánea posee “Mistress of mercy” aunque hasta el estribillo no termine de convencernos el tono utilizado por Bruce Dickinson. Eso sí, a cambio contiene el punteo más largo.
Más tonalidad relajada con “Face in the mirror”, con probabilidad la más calmada de “The Mandrake Project” junto a la primera parte de “Shadow of the gods” que escalando en velocidad nos conduce al final con “Sonata (inmortal beloved)”, un oscuro “crescendo” que sirve de perfecto colofón a un notable disco. No sobresaliente ni trascendental pero sí muy recomendable.
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