No sé si alguien ha redactado una lista con los artistas más prolíficos del mundo pero si existiese sin duda incluiría a gente como Lope de Vega, Stephen King, Jess Franco, Buckethead, Johann Sebastian Bach o Frank Zappa. Las carreras de cada uno de ellos están jalonadas por una cantidad casi inabarcable obras. Pues bien, en esta lista sería de rigor incluir al personaje que hoy nos ocupa, el señor Rogga Johanson, como una de las fuerzas creativas más prolíficas e imparables, si no la que más, de eso que llamamos death metal, abarcando muchas de sus acepciones. Creo que ni él mismo será capaz a estas alturas de poner en pie todos sus trabajos sin olvidar alguno o tirar de apuntes. La cantidad de proyectos en los que está, o ha estado, envuelto en los últimos treinta años nos puede llevar a preguntarnos si este señor hace algo más con su vida aparte de tocar la guitarra y gruñir. No es algo que nos preocupe especialmente, en cualquier caso. Que siga haciéndolo por muchos años más que se le da de miedo.
El disco en concreto que nos reúne hoy para hablar del señor Johanson es el décimo de Ribspreader, el que probablemente sea, junto a Paganizer, el grupo con el que más material ha publicado. Para este Reap Humanity repite formación. Así la cosas, se vuelve a rodear de Taylor Nordberg en la guitarra solista y Jeramie Kling en la batería. Ambos músicos forman parte a su vez de un buen montón de otras bandas siendo reseñable su participación en mis adorados Inhunman Condition, donde comparten armas con una leyenda viva del género como el Terry Butler. Vamos que no está nada de mal acompañado y encima, tras haber trabajado juntos previamente, la maquinaria está muy bien engrasada. Eso se nota, se nota mucho. Vaya trabajo fino nos presentan.
Si has seguido un poco la carrera de estos Ribspreader desde su primer disco habrás visto que estilísticamente, sin moverse un pelo de lo que es el death metal, toda la primera parte de su trabajo ha sido irregular y ha pasado por discos donde hacían un death metal sueco de la escuela más vieja de los Edge of Sanity, de hecho Dan Swano tocó la batería y la guitarra solista en su debut de 2004, Bolted to the Cross, hasta otras encarnaciones más cercanas al goregrind. Ha sido a partir de su sexto album, Suicide gate – A bridge to death, que el grupo ha encontrado un sonido sólido y coherente consigo misma que se va puliendo y alcanza su cenit en este Reap Humanity. Un sonido de death metal clásico, muy sueco, con su dosis justa de melodía pero con un ramalazo americano, también muy clásico. Se nota la impronta de cada uno de sus miembros.
En lo musical esto es un cañonazo. La producción es una gozada, limpia y potente, equilibrada. El sonido del disco es un puñetazo en toda la boca. Si te gusta el género sin duda alguna vas a disfrutar como un enano porque tiene todos los elementos para hacerte cabecear durante los treinta y seis minutos que ocupan sus nueve temas. Todo cuanto ocupa la banda sonora de los sueños más lúbricos de cualquier amante del death metal rancio esta aquí. La ejecución de cada uno de los instrumentos es impecable, las voces variadas y dinámicas, las melodías siniestras, los riffarracos gordísimos que te dejan con la mandíbula desencajada. Todo. Un trabajo excelente hecho por tres maestros del gremio, pero… en esta vida siempre aparece algún pero.
Pero a mí me falta algo. Me falta ese último destello que hace que digas: juas, vaya discazo. Me faltan esos temas que te enganchan y no se te salen de la cabeza, que de repente te acuerdas de ellos y no te quedas tranquilo hasta que no los vuelves a escuchar. El disco tiene algo, sin duda. Lo he escuchado un montón de veces y cada una de ellas he gozado como buen amante de las extremosidades que soy. Es más, lo volveré a escuchar cien veces más y fliparé con él cada una de esas cien veces porque el disco es muy bueno, ya te digo que excelente a todos los niveles. Pero me falta ese último punto para volverme loco con él y me da coraje porque es difícil encontrar obras tan sólidas, bien hiladas y finas como esta. No sé, lo mismo lo he escuchado demasiadas veces y me he saturado y si lo dejo reposar un tiempo cuando vuelva a él lo veo con otra perspectiva, pero a día de hoy te mentiría si te digo otra cosa y no estoy aquí para eso.
Dicho esto la pregunta que cabe hacer es si te recomiendo que lo escuches y mi respuesta es un sí radical, si te gustan estas sonoridades es un disco que no te puedes perder. Por sonido, por calidad, por completismo, por los implicados, porque es un disco muy disfrutón y disfrutable, se me ocurren mil motivos para decirte que no te lo pierdas. Quizá el fallo sea que el magisterio de sus autores les ha llevado a seguir la fórmula que ya conocen sin salirse un ápice y esta falta de innovación lo hace sonar un poco plano ante las orejas de quien ya ha escuchado muchos, muchos, muchos discos que siguen el mismo patrón. Quizá sea eso. Pero también es cierto que si, como yo, te has atiborrado de discos como este por algo será. Uno más no te va a hacer daño y desde luego está muy encima de la media, aunque claro, es difícil que nada te vuelva a tocar el corazoncito como lo hizo el Like an ever flowing stream de Dismember, por ejemplo, entre otras cosas porque la época, la experiencia y la edad son otras muy distintas. En definitiva, no te lo pierdas y forma tu propia opinión, como poco cabecearás un rato, moverás en el pie siguiendo el ritmo y sonreirás con la felicidad que otorgan los clásicos.
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