Se cumplen diez años desde que Dirty Rules comenzara su andadura. Casualmente publican LP, lo hacen en vinilo, gestionado por sí mismos, con lo caro que está dicho soporte, y lo complicado que lo tienen las bandas underground. No se sabe si es un acierto o una locura. De esos 10 años, unos cuantos los hemos recorrido juntos, y muchos de esos siendo ese colega que apoya contra viento y marea. Este papel que cumplo dentro del camino de Dirty Rules puede hacer que se dude de mi objetividad a la hora de acometer la reseña de su recién facturado A Good Night To Die, pero, por otro parte, sería bastante injusto para ellos que por ser imparcial me quedara algo corto en mis halagos. Difícil tarea, pero no puedo dejar pasar la oportunidad de aportar mi minúsculo granito de arena, así que, por favor, sean indulgentes con un servidor.
Lo primero que tengo que elogiar es la duración, 40 minutos repartidos en 10 cortes. Es de agradecer estos discos que no se saltan a los 60 minutos o más, cargados de temas muchos de ellos de relleno, y saben que, este artefacto no cuenta ni con un minuto que meter en ese saco. Pero vayamos al lío, Mule Mouth abre la cara a tema rockero, directo, libre de especulación, con un estribillo muy reconocible. La sencillez del punk, pero con un acabado muy rocoso. Al igual que la escuela sueca nos aporta muchos grupos que saben utilizar melodías casi pop, pero sonar muy rockeros, Dirty Rules tiene cierta habilidad para componer temas divertidos, bailables, vacilones, algo canallitas, pillar todo eso, mezclarlo y darte un bofetón de rock con ello. So Far So Good te tiene bailando desde el principio, pero atiende que pegada. Con ritmo potente y pegadizo, Cypher One te engancha de tal manera que los que tenemos cierta edad podemos terminar con molestias cervicales de seguir el ritmo a lo headbanging, que sirve de calentamiento para Praising Me, paladas de riffs con un acabado oscuro, potente casi rozando el metal, o quizás sea yo que me hago viejo. Parafraseando a un amigo, “redios, qué manera más heavy de sonar rockero”. No se dejen engañar por el calmado y limpio comienzo de Black Rain & Pape Cranes, enseguida nos golpean con otro tema de ritmos pesados y algo oscuros, que contiene un cambio con René haciendo un spoken word antes del solo, confieso que este tema cuanto más lo escucho más me engancha.
La cara B comienza con Snake In The Mirror, tema que me trae recuerdos a los 90, donde las bandas mezclaban sonidos funky, soul, hip hop con el rock que en algunos casos obtuvo muy buenos resultados, aunque en esta composición el ingrediente principal vuelve a ser los riffs oscuros. Atención spoiler, si los veis en directo hacen un guiño a una banda clásica y queda espectacular. Fire Up, atiende que trallazo, otra vez poniendo un pie en el metal, otra vez lo mezclan perfecto para no alejarse de su sonido, menudo rodillo rockero. Con Nine Pound Jacket, el tema más corto del disco retómanos el rock directo, sin adornos, dar cera pulir cera en toda regla. ¿Recordáis como describía So Far So Good? En Lust For Love lo vuelven a hacer, una composición rockera, con pegada, pero divertida y bailable, no todo tiene que ser oscuro y crudo en el rock. Y llegamos al final del disco, con un tema diferente, que empieza por abajo, arreglos cojonudos de Pinky a la armónica, sonidos que te llevan al desierto, viajes por carretera, Desert Wheel es la sorpresa del LP, una maravilla que deja espacio para en el directo tocarla tal cual o hacer jam hasta el infinito.
José, Sergio, Carlos y René nos presentan este disco fruto de trabajo, sudor, lágrimas, sangre, más trabajo, ilusión, lucha, más trabajo, ya sabéis. El disco es tan honesto como ellos, sin apenas adornos, sin especulaciones, directo, con pegada, divertido, con mucha actitud, básicamente lo que escuchamos en el disco es lo que vemos en sus directos, solo que sobre las tablas suenan todavía más potentes.
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