Mientras la música suena observo una foto de promoción de Malditeria en la que los alicantinos caminan por las vías del tren y me pregunto si su destino será algun cruce de caminos donde firmar estos “Contratos de viernes noche”. Me da la impresión que hace mucho que al diablo dejó de interesarle las almas de la gente del rock and roll porque el infierno en la tierra abrió franquicias en cualquier rincón como un restaurante de comida rápida. ¡Qué más da!. Ya que el diablo no se presentará en tu puerta con una flamante americana sobre los hombros y un contrato de grabación en la mano, Malditeria deciden encerrarse en el estudio y tomar las tiendas de todas y cada una de las decisiones que afecten a este su segundo disco.
¡Y vaya si lo hacen bien!. Haciendo equilibrios entre el sudoroso sonido de unas guitarras poderosas y las melodías cercanas a la frontera con el pop que tan bien se ejecutaba el pasado siglo, Malditeria desnudan su alma a través de su cancionero con canciones propias y extrañas pero no por ello menos cercanas. El rock and roll como vehículo de expresión, las guitarras como altavoces distorsionados con los que comandar los caminos elegidos.
“Contratos de viernes noche” desprende un halo natural de intimidad que le confiere una autenticidad complicada de prefabricar. Canciones como “Al mando” o “Sombras chinas” muestran a las clara la versatilidad de una banda que se siente cómoda en distintos registros sin perder de vista su propia identidad. Malditeria han facturado uno de esos discos de rock con sabor a calle y bares, a viernes noche.
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