Vamos a hablar de death metal. No de brutal death, slam, death técnico, melódico o cualquiera de las cientomil variantes que a día de hoy existen. No, eso será otro día. Hoy hablamos de death metal punto pelota, del de toda la vida, del paradigmático, del que se hacía a principios de los noventa y del que salió todo lo demás. Si acaso le queremos etiquetar un poquito, sólo un poquito para orientarnos, aunque en realidad es constreñir la propuesta de Coffinborn que dentro del clacisismo va más allá del exotismo localista, podríamos decir que esto suena sueco de la época más que a cualquier otra cosa. No es del todo exacto, eso sí, porque luego te meten esos rollos tan americanos de riffs ultragraves lentos y machacantes que te desmontan el tenderete de la explicación que pensabas dar. Total que death metal rancio del que tanto nos gusta, porque sobreentiendo que habiéndote avisado de lo que voy a hablarte si has llegado hasta aquí es porque a ti también te gusta tela el pan de pico.

Pues eso, rancio y podridete, como mandan los cánones. De hecho canónicos hasta decir basta. No se salen de su guion para nada en ningún momento. Enganchan con el tracateo y empujan con determinación hasta que te obligan a mover la cabeza y decir: sí, claro que sí, esta es la mierda que a mí me gusta. Es un valor importante no ofrecer absolutamente nada nuevo y sin embargo mantener enganchado al oyente de principio a fin con tu música. Unos cuantos riffs sencillos pero eficientes que te van tener asintiendo lleno de felicidad cada vez que pasan con naturalidad al siguiente, voces profundas y rasposas que te permitirán adentrarte en la personalidad de cada tema sin caer en melodiqueos anticlimáticos, una batería que aplasta y un bajo que lo rellena todo dotándolo del empaque definitivo. ¿Ya te dije que era death metal? Pues eso, que no van a inventar la rueda pero hacen que se mueva perfectamente y te lleve allí donde querías ir.

Huelga decir que viniendo del sello que viene la calidad del producto está garantizada. Un disco con el visto bueno del señor Dave Rotten siempre es una apuesta segura y estos lo son precisamente por ese carácter tradicional que os comento. Es el tipo de disco que hubieras escuchado hace treinta años y hubieses flipado, pero hecho hoy para que podamos seguir aumentando nuestra colección de atrocidades sonoras.

Los Coffinborn en cuestión son un trío húngaro formado por Blasphemy a la batería y voces, Churchburner al bajo y Disguster a la guitarra y voces. A su vez, como suele ser habitual, los tres han pasado por un chorreón de bandas y tocan con unas cuantas más juntos y por separado (seguro que sabes donde mirar si eres tan friki como yo que te interesa esa información). Total que entre unas cosas y otras los chavales se han liado y a pesar de tener el disco compuesto han tardado diez años en grabarlo. Después de una década dándole vueltas a ocho temas el resultado ha merecido la pena. Treinta y ocho minutos que, al menos a mí me pasa, te transportan en el tiempo a otra época en que la música era más directa y sencilla, no era una cuestión de alardes técnicos si no de echarle mala leche, densidad y teñirlo todo de oscuridad, un tiempo que no va a volver, pero cuyas sensaciones te alegra recuperar.

En definitiva un disco de esos que me recuerdan aquel anuncio de hamburguesas que salía una chica diciendo que la suya tenía de todo lo que está rico. Eso es lo que ofrece este Cadaveric retribution, un poco de todo lo que está rico, y tú, que eres tan flan de estas cosas como yo, o quizá más, ya debieras estar pegándole un orejazo e incluso pensando en pedirte el CD o alguno de esos molones vinilos splatter (yo me lo voy a pedir en negro que para estas cosas también soy un clásico). De eso va esto, ¿no? De aumentar la colección de artefactos de hedor a podrido que nos hacen cabecear para darle un poco de alegría a nuestras miserables vidas. Siempre hay hueco para una nueva referencia de Xtreem Music en la estantería y lo sabes.

Coffinborn – Cadaveric retribution

by: Felix Morales

by: Felix Morales

Otro que pasó por la universidad para nada, como tantos. Culo inquieto, curioso insaciable, músico inclasificable y escritor para minorías. Nihilista nato. Autor de La senda del hipopótamo y Crisis de identidad. Mente perturbada tras ((((L)))) FAN ((((T)))). Toco en un grupo pero no me dejan decir cuál es. ¡Qué puta es la vida!

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