Con el auge de las cervezas artesanas y de importación han empezado a florecer multitud de bares en la capital de España donde uno puede disfrutar del lúpulo y la cebada pero en lugares casi clónicos para un público algo “snob” y donde tomar la estupenda birra más parece un reclamo para ir de persona moderna y a la moda para poder postearlo en sus redes sociales.
La cervecería El Boliche es el caso contrario. Uno de esos locales auténticos que tanto escasean en Madrid. Situado en Vallecas, cerca del Bulevar de Peña Gorbea en el número 4 de la calle Concordia, casi al salir del metro de Nueva Numancia.
Abierto a finales de los ochenta y regentado por una auténtica institución en esto de las maltas como es Ricardo Barragán, estamos hablando de un local no muy grande con una pequeña barra y unas cuantas mesas diseminadas en el interior con un par de televisiones en los flancos donde se suele emitir rock o deportes. Un pequeño aditamento a lo importante que son sus diez grifos de cerveza e ingente cantidad de latas. Unas marcas que van variando según temporada y que, como ejemplo, ahora en fechas navideñas se podía disfrutar del único barril de España de la “Turrón Black velvet”, una oscura joya creada entre la Quince y Guineu, junto a otros clásicos más conocidos que jalonan sus tiradores como las rubias alemanas Höfbrau o Weihenstephan, inglesas como la Trooper de Iron Maiden, Bombardier o Ghost Ship o belgas como Chimay o Hoegaarden, además de especialidades hispanas de fábricas como La Sagra, la Quince o Dougalls.
Además ser cliente asiduo es como empezar a formar parte de una pequeña familia. He ido numerosas veces (menos de las que me gustaría) y siempre me he sentido como en casa. Un espacio donde disfrutar de la sapiencia y conocimientos de Ricardo Barragán y charlar con desconocidos de casi todos los temas posibles en un abánico de edades nada desdeñable.
Además El Boliche está concienciado con los eventos del barrio promocionando la San Silvestre Vallecana, casi cualquier acto solidario, presentaciones de nuevos barriles y latas en directo, actos futbolísticos con especial relevancia al Rayo Vallecano, viajes gastronómicos a otras ciudades con su respectivo maridaje con cerveza o la inenarrable Oktoberfest vallecana, la más auténtica y genuina con el toque de idiosincrasia local que imprime el barrio.
Y para remate en una de las ideas más geniales que se pueden observar, la comida parte de los restaurantes aledaños que traen sus sensacionales viandas desde sus cocinas a la mesa de El Boliche pudiendo disfrutar una Porter o una IPA con salchichas alemanas, pollo asado o un ceviche. Un ejemplo de cooperación entre restauradores, un auténtico “win-win”.
Eso sí, dentro de esa singularidad sorprende ver como con los años El Boliche no ha perdido ni un asomo de encanto u originalidad pues allí se va a beber cerveza…sólo cerveza pues en su carta no hay ningún tipo de destilado pues para tomar combinados hay otros pubs y alternativas. En El Boliche se va a disfrutar de calidad en la bebida, del magnífico ambiente, del rock en casi todas sus variantes y de la esencia que imprime tan peculiar barrio. Una joya escondida para mantener la alegría de vivir. ¡Larga vida a Ricardo!
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