La inspiración literaria es una fuerza de la naturaleza. Algo mágico. Un ente vivo que levanta a los oprimidos, tan viejo como la vida misma en toda su extensión y más allá de esta tierra. Y por mucho que nos amarguen la vida para invocarla e intentar controlarla, les será imposible; ya que no se tiene acceso a ella desde este mundo. Aunque sí hay una vía abierta desde el suyo al nuestro.
A pesar de la paciencia que puedan tener los pacientes con el mundo en la memoria, estos no podrán nunca gobernar esas leyes no naturales que nos protegen desde el principio de los tiempos.
Por mucha oscuridad que los poderes creen en las personas, jamás podrán entender que la libertad siempre ganará la partida; por muy larga y penosa que sea ésta. Para eso es la literatura, y para eso traducimos. Para entender los distintos mundos de los escritores que han padecido estos ataques desde los centros de sus almas y aliviarnos así de la difícil existencia que nos es obligada vivir.
Por ello somos esenciales los traductores, porque para un escritor es peor ser invisible en el olvido que estar muerto. Y la luz de sus palabras no debe dejar de brillar nunca cual faro instalado en la eternidad de este lado de la existencia.
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