Los castellonenses Dry River continúan su lento pero inexorable paso hacia adelante que culminó con su anterior álbum “2038”, una joya que los situó entre las mejores formaciones de rock melódico en España. Con su cuarto trabajo “Cuarto creciente” confirman las enormes sensaciones firmando uno de los discos del año.
La etiqueta de rock ecléctico no puede ser más acertada al escuchar el Lp pues sin dejar nunca las melodías de envergadura, sí podemos observar un compendio de progresivo, A.O.R. o metal progresivo. Baladas, medios tiempos o con ritmos a toda velocidad e influencias desde Queen, Dream Theather u otras de bandas del rock progresivo y el orientado para adultos de los ochenta, sin dejar en ninguna de las nueve composiciones el talento y calidad que atesoran, una producción de lujo de Carlos Raya que hace que todo el “Cuarto creciente” suene a la perfección, como un metrónomo. Cosa que se puede observar con el desgarrador comienzo a piano de “Culpable” para seguir con la entrada guitarrera, con coro y campanas. Estrofas alambicadas que desembocan en un precioso estribillo. Un arranque extraordinario donde se demuestra el nivel vocal de Ángel Belinchón que aporta una épica al tema digna de encomio.
“Segundo intento” juega con los arpegios imposibles del progresivo en las estrofas, sin dejar de ser puro Dry River, finalizando con un estribillo precioso. Se demuestra que la difícil sustitución de Carlos Álvarez por la guitarra de Guillermo Guerrero y el teclado de Miquel Centelles no resienten la calidad de los castellonenses. Además de su potente melodía nos deja un punteo bestial. Es una canción maravillosa que a buen seguro formará parte de los set list futuros de la banda. “La libertad” comienza como un cruce casi “a capella” entre Queen y el Gospel para adentrarnos en un medio tiempo que transita entre el progresivo, el hard rock y el A.O.R.. Hímnico y con un tono épico que funciona. Casi como un musical, cosa que no es de extrañar pues “La serpiente” es un velado homenaje a “El fantasma de la ópera” donde cabe destacar la base rítmica conformada por el bajo de David Mascaró y la batería de Pedro Corral. A pesar de que no tenga nada que ver con “Angel of music” o “The music of the night” mantiene el espíritu de la obra de Andrew Lloyd Webber.
“Si estás tú” es la primera de las baladas del disco, un tipo de canción que Dry River suele bordar. Y, de nuevo, se cumple en este caso destacando el piano de Miquel Centelles, los bonitos coros y un Ángel Belinchón al que no nos queda más remedio que descubrirnos. El punto extra lo ofrecen las dos guitarras de Guillermo Guerrero y Matias Orero que ofrecen un soberbio “crescendo” en el puente y el estribillo, junto a otro gran punteo. Y de la más tranquila a la más poderosa con “Capitán Veneno” que a ritmo de metal progresivo rinde tributo a Juan Carlos Aragón, nombre imprescindible en el Carnaval de Cádiz, destacado autor de chirigotas y comparsas recientemente fallecido que en uno de los pasodobles de su primer premio “Los millonarios” recriminaba la falta de “veneno” en las letras del rock. No tengo ni idea la vinculación de los de la Comunidad Valenciana con el Concurso de Agrupaciones del Falla pero lo han entendido a la perfección.
La parte final empieza con otro “temazo” como es “Calles inundadas” (el más largo del disco), casi ocho minutos de deleite donde se da un curso acelerado de las virtudes de Dry River: una interesante presentación con los instrumentos entrando poco a poco bajo el sonido de un reloj, cambios de ritmo, coros, Belinchón en modo arrollador, “crescendos” y “diminuendos” colosales, guitarras arrolladoras, teclado y base rítmica apuntando la canción como si fuesen los mismísimos Yes pero narrándonos su peculiar visión de la pandemia (hasta con recitativo final). Otra “joya” sonora a la que sigue la irónica “Funeral”, compuesta por Carlos Raya, que a ritmo casi de cabaret rompe un tanto la épica del resto del álbum pero sin dejar ese tono de “opera-rock” que tiñe la música de “Cuarto creciente”. Es que es alucinante que hasta un “divertimento” como éste sea tan espectacular, dejando la conclusión con “Despedida”, balada de esas sentidas, con predomino de piano en su primera parte hasta que el resto de la banda entra en modo arrollador para volver a las desnudas notas del piano y los coros. Lo curioso es que a pesar del tono orquestal y la bellísima melodía es el tema más corto con poco más de tres minutos. Un colofón a un trabajo casi perfecto. ¡Menudo nivel el de Dry River!
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