Los portugueses 47 de Fevereiro presentan su segundo disco, «Processo colectivo». Los de Oporto con su rock mestizo, sus guitarras gruesas de influencias tanto clásicas como actuales y la omnipresencia del riff como salvaguarda de su sonido entroncado en ese paso adelante que abrazo al metal, el rock potente y otros ritmos urbanos que ya en los 90 podían proponer por ejemplo Body Count -aunque sin llegar a la ferocidad metálica de los de Ernie C e Ice T-, RATM, los brasileños Raimundos o nuestros O’Funkillo, algo que además se materializa con la presencia de Andrea Lutz en «Lá donde mora a coruja» (en jerga futbolera portuguesa, meter un gol por la escuadra) que presume de ese groove tan característico sin dejar esfumarse ni un solo instante los arrebatos de fuerza y potencia de la que ya presumen en las iniciales «Vermelho directo» y «Besta negra».
Esa manera sibilina de transportarnos por terrenos sinuosos se hace presente con «Shokushu» a la que intercalan un riff de la escuela Iommi. «Processo colectivo», la canción, comandada por la línea de bajo y esa melodía de voz hablada que se introduce en los barrios del Hip-Hop sin dejar su lado bruto, cómo unos Narco con menos testosterona, escoltada por una guitarra al más puro estilo Tom Morello. «Sociedade Anónima Destrutiva (SAD)» se presenta como un mágico susurro donde brilla la melodía de voz sobre el colchón sonoro que 47 de Fevereiro construyen. Se lanzan de frente con «Municiador», potencia creciente y soterrada que atrapa desde ese bajo que golpea tu pecho y laberinto propuesto por ejemplo por Mike Patton en Fantomas.
«Último Terço» mete los pies de llenos en sonidos alternativos que transportan directamente hacia los años 90 mientras que «The Striker» donde rinden homenaje a Joe Strummer e Ian Atsbury y que además es una de las cartas de presentación de este disco, manteniendo ese espíritu combativo del punk rock. «Leitura de Jogo» muestra una cadencia hipnótica que se ve apuntalada por esa aceleración de ritmos de ascendencia punk para de nuevo bajar en un continuo vaivén. «VAR» es como una fiesta colectiva en las gradas, con empuje emocionado. Un fabuloso disco el de estos portugueses digno de afrontar sin problemas las eliminatorias de Champions.
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