Está claro que el estadounidense Jordan Peele ha revolucionado el cine de terror con la fusión de géneros. Si en su interesante “opera prima” «Déjame salir» hibridaba “Adivina quién viene esta noche” con “Hostel”, en su segundo film “Nosotros” nos presentaba una nueva forma de mostrar los dobles maléficos o “doppelgänger”. Alguien que arriesga y que por lo tanto no deja indiferente pues detractores no le faltan a sus proyectos.
Cosa que va a suceder con “Nop”, su nueva producción donde se unen, de nuevo, el fantástico y el terror. En esta ocasión nos presenta una historia con vaqueros, ovnis y depredadores con cierto toque surrealista. Un espectáculo excesivo, con momentos donde no se puede despegar los ojos de la pantalla con otros que desconciertan al espectador, merced a unas cuantas lagunas de guion y “deus ex machina” bastante extraños. Trabajo irregular el del Peele guionista, al que intenta dotar de ritmo en su mejor faceta de director. Aun así estamos ante un buen entretenimiento (aunque algo largo, ya que pasa de las dos horas) donde se pueden encontrar unas cuantas referencias cinéfilas y literarias. La más obvia es el cine del oeste (más incluso el “spaghetti western) con la ciencia ficción de los cincuenta, con extraterrestres malvados o esa pequeña joya que era “The blob”. También es sencillo poder establecer paralelismos con “El color que cayó del cielo” de Lovecraft, de la que hace poco Richard Stanley filmó una estupenda versión cinematográfica. Los animales asesinos a lo “Tiburón” son más homenajes en este ejercicio de cinefilia donde podemos ver ecos hasta de Tarantino.
Todo rodado en el árido desierto californiano, con el buen hacer en la fotografía del siempre talentoso Hoyte Van Hoytema, colaborador esencial de Christopher Nolan como principal técnico. En el capítulo interpretativo destaca el hierático Daniel Kaluuya, en contraposición con una histriónica Keke Palmer, destacando entre los secundarios Steven Yeon, famoso tras su paso en la serie “The walking dead” y responsable del inesperado éxito de «Minari» .
Broma simpática aunque alargada que nos muestra una vez más las delirantes propuestas de Jordan Peele que no sólo se limita a colocar la cámara o escribir obviedades sino que intenta ofrecer algo diferente aunque no estemos ante una película esencial. Si es interesante destacar sus apuntes sobre la pérdida y como los humanos nos lo tomamos de forma diferente: unos languidecen, otros parecen haberlo superado e, incluso, otros intentan generar rédito económico. Además unas muertes que se producen de forma absurda y que nos recuerdan al inicio de “Magnolia” de Paul Thomas Anderson donde se hablaba de suerte (o mala suerte) tras accidentes que causaban fallecimientos. Aquí hay un par de ellos tan increíbles como integrados en la trama aunque la historia del chimpancé no esté desarrollada del todo. Aun así, se agradece algo distinto.
0 comentarios