Kreator ciertamente es uno de esos bastiones en los que se cimenta la fe metálica a estas alturas. Mille Petrozza – y Ventor, ojo – es uno de esos personajes tan arraigados al mundo del heavy metal que más allá de modas o pasajes propios del tiempo e incluso del momento de éxito colectivo que puedan a llegar a tener en ese instante, están ahí instalados en el centro de esta música que tan fieles seguidores como detractores acumula. Cuando hablamos de una banda con tantos años detrás es lógico pensar en épocas favoritas y eso normalmente suele entrar dentro del gusto particular por muy extendida que sea la coincidencia de este entre mucha gente. De unos años a esta parte, Kreator han seguido sacado buenos discos, incorporando una veta melódica a su sonido que no siempre ha sido acogida de buena manera por muchos de sus antiguos fans, y eso es algo tan cierto y legítimo, como el derecho de los músicos a hacer en sus discos los que en ese momento les dicte su conciencia, sea cual sea la motivación que la alimenta en ese preciso instante. Mucho he leído sobre que «Hate Über Alles» era un regreso a los momentos clásicos de los alemanes y bueno, para mi, seguidor a ultranza de aquellos tiempos en los que su música era tan violenta y oscura que hacía palidecer el thrash de renombre que venía de los States, me parece lanzar campanas al vuelo, porque los Kreator de los últimos tiempos siguen presentes aunque su mensaje haya vuelto a buscar en ese profundo ser de tiempos anteriores.
Tras la – innecesaria – intro de rigor, se lanzan con fuerza con la canción que da nombre al disco, dónde muestran una base rítmica poderosa y una estrofa agresiva aunque ese estribillo es de los Kreator del Siglo XXI. ¿Una simbiosis satisfactoria?. Pues sí, porque la canción es un cañonazo aunque me sobre melodía. Siguen lanzados con «Killer of Jesus» donde el riff es un sucesivo ataque frontal y la batería no deja opción ni tan siquiera a coger aire para respirar. El aire épico de los tambores de Ventor nos introduce en «Crush the tyrants» en la que sacrifican velocidad pero en ningún instante negocian la dureza, sobre todo con la violencia que Petrozza afronta la estrofa. Vuelve el riff a tomar el control con «Strongest of the strong» en la que se nota de nuevo ese acercamiento al heavy metal de corte germano – y me vienen a la cabeza Running Wild – con el que tan cómodos se sienten últimamente y que a mi, me deja en una especie de trance intermedio. «Become inmortal» posee influencia de Iron Maiden o al menos a mí me sobrevuela en más de una ocasión y no es que no me guste, pero tampoco le encuentro ese particular para encumbrarla es más, termino por enviarla al baúl del olvido con rapidez. Se sobreponen con el thrash veloz de «Conquer and destroy» pero que me trae a la cabeza otras bandas que no son precisamente Kreator.
«Midnight sun» no sé por dónde cogerlo, lo siento, pero este experimento me sobra y es que ni tan siquiera le encuentro la gracia. Una especia de copla de gothic metal sin chicha ni limoná. Se redimen con «Demonic future», thrash sin fisuras, violencia en primer plano, desgarro cervical. «Pride comes before the fall» comienza de manera clara para rápidamente comandado por el riff y la señal marcada por los platillos de Ventor introducirse en ese heavy/thrash que casa perfectamente con los momentos más duros de sus últimos discos. Cierra el disco «Dying planet» ¡7 minutos! de sonidos que pueden jugar a despistar tanto a viejos como nuevos fans de Kreator por su tesitura oscura, de ritmo pesado y que reconozco que me ha terminado sorprendiendo. Al final salgo con un sabor de boca que no termina de ser todo lo satisfactorio que desease. No veo ese retorno al espíritu de sus primeros tiempos, no es que pretenda que a estas alturas Kreator vuelvan a sonar como en «Pleasure to kill» o «Terrible certainty» ni tan siquiera como en «Extreme Agression» pero es que cualquier recuerdo con aquellos días me queda demasiado lejos al escuchar un disco que continua la senda marcada por los alemanes en sus últimos tiempos y que combina a mi parecer cinco canciones que ostentan un muy buen nivel con otras cinco de las que alguna ni tan siquiera pasa la criba. Eso si, la batería de Ventor durante todo el disco, brutal y la portada, una obra de arte.
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