La cosa prometía. Un artista de renombre, una banda de lo más sólida y una sala del tamaño ideal para disfrutar de un akelarre de blues. Y todo salió como estaba planeado. Javier Vargas demostró anoche el motivo por el que es considerado uno de los mejores guitarristas vivos de blues. Ver a Javier Vargas sacar chispas de sus Fender es un lujo que vale infinitamente más que el precio de la entrada de este evento, palabrita del niño Cifer. Todo un derroche de técnica y pasión junto a una banda engrasada y musculosa como pocas. Por su parte, John Byron Jagger es un guaperas, parece un fan de Oasis y baila de forma muy peculiar, pero cuando canta deja claro de qué palo va. Cierto que su presencia escénica no llega al nivel de la de su famoso tío Mick, pero el tipo se las apaña muy bien. El joven guarda cierto parecido físico con su pariente y el tiempo nos dirá si su apellido es una ayuda o un lastre para su carrera pero lo cierto es que no pretende ser un clon de su tío. Ayer se devolvió correctamente en los temas más rockeros del repertorio. Debo destacar el excelente sonido y el buen hacer de toda la banda, pero me quedo con Luis Mayol por su especial maestría a las 4 cuerdas, su desgarradora manera de cantar y sus sabios consejos tras el show.
Para la ocasión Vargas se centró más en el blues y dejó un poco de lado su vertiente más latina. Nada que objetar. Tampoco lo hubiera habido si hubiera sido al revés. Es tal la técnica de la banda que el show que ofrecen es simplemente apabullante. Dejaron al personal boquiabierto con trallazos como 10 hours on the road, Whisky woman wine, Evil o Suffering screams o Back Alley blues. Los riffs y los sustain de ese maestro llamado Javier Vargas hicieron las delicias del personal. Hubo hueco para clásicos como Take me to the river de Al Green, Champagne and reefer de Buddy Guy, el Blues local de los argentinos Pappo e incluso un blues de Valdespartera que contó como invitado especial a ese auténtico showman llamado Merrick Wells (cantante con quien Vargas está grabando en Zaragoza).
Lo cierto es que con un repertorio impecable y una banda sobresaliente la noche salió como se esperaba: una auténtica gozada para los sentidos. En un momento del show alguien de entre el público gritó. «¡¡Que aprendan los del reggaetón!!» Pues eso.
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