Tenía miedo a este Motomami. Lo admito y lo expresé muy claro aquí mismo. Los avances no auguraban nada bueno. Solamente Hentai y La Fama esa empalagosa bachata (¿acaso no lo son todas?) junto a The Weeknd me gustaron algo (no demasiado). Así pues, tras tres años de espera desde El mal querer y un buen puñado de singles bastante olvidables, hoy por fin hemos podido escuchar Motomami. No os voy a engañar, me ha sorprendido para bien. Por suerte, Rosalía se ha guardado algunos ases para el LP, lanzando las canciones más urbanas y comerciales como avances.
Hay que destacar que, para mí, Motomami tiene dos almas perfectamente diferenciadas: la del petardeo/perreo y la sensible. Vayamos con la primera. Desde luego, ni Saoko ni la infantil y odiosa Chicken Teriyaki están entre lo mejor del disco. Cierto que Rosalía lo impregna todo con su prodigiosa voz de colibrí y se nota que ha intentado buscar su propio estilo, bravo por ella, el problema es que ese estilo no me dice nada. Saoko y Chicken Teriyaki me parecen oportunidades perdidas, vanos intentos de innovar pero que se han quedado en nada. Mucho autotune, mucho bajo atronador, mucha rima vergonzante, mucha referencia a Japón, mucho spanglish, mucha dicción mejorable, mucho sampler y muchos de los tópicos de la música urbana más comercial (chulería, fascinación por la pasta, el lujo y la fama, etc). Rosalía insiste por estos derroteros urbanos en cortes como Bizcochito, Motomami, Cuuuuuuuute, Diablo o La combi Versace (un dúo con Tokischa no tan divertido como lo fue Linda). Uuuuuuuffffffffffff. Me parece que están más pensadas para la generación TikTok, quizás yo sea ya muy mayor para el reggaeton y el trap. Mención aparte merecen las rimas de primero de la ESO en Motomami (lo de rimar ‘tatami’ con ‘tsunami’, ‘origami’ y ‘sashimi’ tiene delito). Aquí oímos a una Rosalía que intenta empatar al oyente y ser la más original del polígono. Pues muy bien. De este pack me quedo con el bonito y breve interludio de las mariposas en Cuuuuuuuute. El resto me sobra a pesar la minimalista e inteligente producción a base de contrastes. Son canciones que triunfarán en los garitos de playa o en las quedadas de tuneros, pero yo me las salto. Por su parte ‘Abcdefg’ es una prescindible tontería en la que Rosalía va recitando su particular abecedario vital. Cosas de las famosas.
En la otra alma de Motomami encontramos a la mejor Rosalía, la íntima, ya que los ritmos se ralentizan y su voz brilla. Es aquí donde Rosalía da lo mejor de sí y el disco alcanza cotas realmente sorprendentes en claro contraste con el desastre de la vertiente urbana. Aquí hay hueco para las raíces en Bulerías. Los puristas ya pueden ir rasgándose las vestiduras por el uso del autotune y la aceleración de las voces en el flamenco. Me gusta la versión acelerada del bolero Delirio de grandeza de Carlos Querol. Entre este grupo de canciones decentes también podemos incluir Candy, Como un G y G3 N15 (a pesar del innecesario y corta rollos epílogo con el mensaje de su abuela). Reconozco que me ha emocionado la fragilidad de Sakura, tema con el que termina este irregular Motomami. La voz de Rosalía, cuando quiere y se deja de moderneces, tiene algo que me toca la fibra.
Así pues, de los 16 cortes de Motomami, me gustan 7 y el resto me dejan tibio. Quizás hubiera sido mejor dejarlo en 12 temas o quizás esta dicotomía era precisamente lo que se buscaba. No sé. Eso sí, creo que es una una lástima que Motomami deslumbre en algunos momentos (Candy, Bulerías, Sakura, G3 N15, Como un G) pero en general no consiga brillar todo lo que debiera.
¿Ha pasado Rosalía la prueba del siguiente disco tras un éxito masivo? Pues yo diría que sí. Al menos, no es el desastre que los avances nos hicieron creer.
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