No me gusta hacer crítica de un disco hasta que no le escuchado unas cuantas veces. No me parece justo dedicar poco tiempo a valorar el trabajo de otra persona. Es por ello que no puedo deciros qué me parece el nuevo LP de Rosalía, Motomami, que sale mañana mismo. Lo que sí os puedo decir es que me da mucho miedo. Descubrí a Rosalía en 2017 con su primer trabajo, Los Ángeles, esa pequeña joya que rendía tributo a esas coplas que cantaban nuestros abuelos. Aquella portentosa voz rezumaba emoción y nos ganó a muchos casi como se granjeó enemigos dentro del mundo del flamenco.
Sin embargo, desde que Rosalía saltó a la fama a finales de 2018 con El mal querer su meteórica carrera ha ido de mal en peor en lo artístico. Los singles que ha ido lanzando evidencian su tendencia por los ritmos urbanos imperantes, nada que objetar siempre que se haga con gusto. Un gusto que parece haberla abandonado después de El mal querer, un disco que defendí en su día a capa y espada y hoy lo sigo haciendo.
Durante estos 3 años Rosalía ha usado la técnica de sacar singles y colaboraciones cada poco tiempo. Hay que estar en el candelero pase lo que pase, aunque el material no tenga la calidad necesaria. Temas como A Pale o Aute cuture nos hicieron pensar a más de uno que Rosalía era una estrella con pies de barro y que los logros de El mal querer quizás fueran mérito de un tal C Tangana.
Desde luego, era muy pronto para decir que Rosalía estaba acabada, al menos comercialmente. Todo lo contrario, Rosalía y sus representantes han sido lo suficientemente inteligentes como para lograr que Rosalía se aliara con artistas en la cresta de la ola. Esto de los featurings que tan en boga está últimamente. Así, Rosalía colaboró con Billie Eilish y The Weeknd con resultado desigual. Tampoco sus colaboraciones con artistas tan peligrosos como J Balvin, Bad Bunny, Tokischa u Ozuna sirvieron para tranquilizarnos. La magia de Rosalía aparecía diluida en un reggaetón ultra comercial (es decir: machacón y poco imaginativo). Personalmente hubiera preferido que colaborara con Metallica o The Queens of The Stone Age (como Lady Gaga) antes que con la flor y nata del reggaetón. Pero….
Los singles adelanto de Motomami no presagiaron nada bueno. Lo siento. La fama era una bachata mutante y pegadiza que no estuvo a la altura. Esta colaboración con The Weeknd supo a poco, la verdad. No supuso el éxito que se pretendía y me temo que el resto de singles tampoco cubrieron las expectativas. Ojo, que Saoko dejó a más de uno cucando un ojo como Millán Salcedo. Aquello era un mix de referencias y texturas (incluso Jazz) metidas con calzador en un tema muy pobre. Ni armonía ni melodía ni nada que lo hiciera interesante. Lo urbano se comió a todo lo demás. Tras varias escuchas llegué a la conclusión que Saoko era un quiero y no puedo, le sobra ambición pero le falta talento en la composición.
Por las redes ya circulaba este chiste:
-¿Has oído Saoko? Es lo último de Rosalía.
-A VER SI ES VERDAD.
La cosa no ha mejorado con Chicken Teriyaki (muy flojo) y Hentai (bastante mejor). Por mucho que Hentai sea una poco disimulada oda a un pene, la de la dicción de la catalana deja bastante que desear mientras la letra es ordinaria y lo del spanglish no ayuda:
«Te quiero ride como a mi bike/ hazme un tape modo spike / yo la batí hasta que se montó / segundo es chingarte / lo primero Dios»
Eso sí, ahora Rosalía se nos muestra como una bomba sexual, nada nuevo bajo el sol. Poca ropa, mucha chicha y temas para el olvido. Éxito asegurado aunque evidencia que a veces un buen escándalo enmascara la falta de talento. Una lástima, opino que Rosalía tiene talento de sobra pero debe aprender a encauzarlo y dejarse asesorar mejor.
Lo dicho, Motomami pinta mal, muy mal. Es pronto para decirlo, lo sé, hemos escuchado sólo 4 cortes de los 16 que lo componen. Sinceramente, espero equivocarme y que el resto del LP vaya por otros derroteros. En unas horas saldremos de dudas.
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