A veces me fallan las fuerzas. No es que me deje de gustar la música (mi rollo), ni mucho menos que me deje de gustar escribir, ni mucho menos. Es que procrastinar, hacer el vago mientras me toco las bolas… hay ocasiones, rachas, en las que tiene más fuerza que el empuje. Por eso admiro a gente como Pedro Barroso, Santi Pekeño Ternasko, Begoña Urmeneta, Vane Balón o Elros Alcarín (entre muchos otros). Nunca se cansan, nunca se frustran… o eso parece. Francis Taza es uno de esos pirados que forman el verdadero motor de este rollo. Así que tendré que esmerarme en escribir algo bueno que le haga justicia a su esfuerzo. Un, dos, tres… ¡Wildan!
Keep on metal. La homónima abriendo fuego. Suena a añejo, a gran reserva, como si Bon Scott y los Judas Priest se hubieran juntado para versionar el Mi rollo es el rock de Barón Rojo (nota del autor: un mojón para Sherpa). El bajo, por suerte, no está sepultado entre tanta distorsión, es un martillo en la sala de máquinas, y la combinación de una guitarra rítmica en pleno riff mientras la otra puntea crea una amalgama de sonido que es como escuchar varias canciones a la vez. Tengo la sensación de entender más de música de lo poco que entiendo sólo al escuchar esto.
Cancer. Charles y trallazo a los platos, un poco de caja y sale un bajo a lo Smoke ib the water, con las guitarras supeditadas. ¿He mencionado a Rob Halford? Joder, pues es que se parece. Tienen ese rollo machacón, pero poderoso, del Revolution. Metal de la vieja escuela, de pantalón de cuero y muñequera con pinchos.
Never surrender. Cosas del coco, leo esa frase, y me acuerdo de una canción de los Disturbed. Nada más lejos. El espíritu del Thunderstruck —estos Wildan tienen cierto aire en sala de máquinas a los AC/DC— deriva en un punteo a lo Hurricane, de los Scorpions para desembocar en una especie de balada que alterna tramos semiacústicos con punteos reafirmando cada sílaba de los estribillos.
Why. Estoy pensando en The call of Khtulu, de MetallicA, sobre todo en la versión del S&M, con la sinfónica, los violines y todo ese rollo, completando el espectro sonoro de las guitarras. Esto tiene un rollo más Sweet child of mine, de Guns & Roses en las estrofas, que, en los estribillos, a base de trastazo a los platos, refuerzan los desparrames vocales. Ha oscilado el tema vocal hacia Axl Rose, no es tan metalero, es más rockero, veremos si es un espejismo o se extiende por el resto del disco.
Hellrider. Comienzo atmosférico, entre el Spiel mit mir, de Rammstein y el Space Lab, de Kraftwerk. Otro de esos riffs poderosos, a lo Iron Maiden, a lo Judas… casi a lo Manowar. El caso es que el punteo de guitarra hace un espejismo al Jump in the fire, pero es eso, tres segundos de asociación de ideas. De lo mejor de la banda es que no se escudan en la distorsión. Se ven perfectamente los tejemanejes de la batería, trenzando solidamente bombo y caja y decorando a base de platazos, un bajo que es la base melódica sobre la que derrapan los punteos y los riffs y una voz que encauza y reconvierte esa energía.
Look with the eyes of your heart. Si el de Rock FM no estuviera secuestrado en un zulo donde lo han maldecido sin poder poner temas con menos de treinta años, ésta la tendría de cabecera. Clásica balada metalera, a lo Sebastián Bach, el típico Nothing else matters de Metallica, o el Still loving you, de Scorpions. Es de 2019, suena a reinventado, a novedad, pero tiene un poso añejo, a ochentero, a noventero.
Stung by the bloody wasp. Otra vez ese riff mascullado a lo Smoke on the wáter de los Deep Purple, pero nandrolónico, tirando de doble bombo. Derivan a ese sonido marca de la casa, ese punteo que refuerza cada sílaba de cada estrofa, ese bajo llevando el peso y ese doble bombo estallando en cada estribillo, rozando Metallium por el camino. Tiene un aire, salvando las distancias vocales, a alguna de las mejores de Ozzy en solitario.
Tears for the broken dreams. En cuanto leo Borken dreams, pienso en el Boulevard de los Green Day. Mi cerebro es un basurero de asociación de ideas. Después de la intro, una guitarra a lo It’s a been awhile, de Staind. Con esa voz entre Mario, de mis paisanos Red Wine, con el mentado Rob Halford y Biff Byford, el de Saxon (escucha Carpe Diem, de los británicos y salva la distancia del tempo, tienen un rollo estos Wildan), arman una power balad. Que los heavies también nos ponemos melancólico-románticos.
Metal fighter. ¡Esto es otro rollo! Esa entrada a lo Seek & destroy, de MetallicA, que sigue influyendo en las estrofas, un buen grito revienta cristales, y nos lanzamos como un muscle car por la autovía. ¿Para qué mierda me cortaría yo el pelo? Ésta no se escucha, se disfruta, de luxación cervical.
Lost in fear. Para el final, la más experimental, la que se acerca a sonidos más vanguardistas. Estoy pensando en el Façade, de Disturbed, con ese intercambio rápido de bombo y caja de la batería. Es como si un grupo de la vieja guardia versionara a uno de la nueva, como Saxon, o los Judas Priest, versionando Disturbed, Black Label Society o Five Finger Death Punch.
En resumidas cuentas, un buen disco de metal. Herederos de la vieja guardia, reinterpretando los riffs de toda la vida y con un ojo puesto en la vanguardia de las cuerdas de acero. Casi una hora de buena música.
Para los de las chupas de cuero con tachuelas, enlaces de la banda:
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