La filmografía del danés Thomas Vintenberg aparece en el inconsciente cinéfilo a partir de “Celebración”, sin duda la mejor película de ese experimento-broma llamado “Dogma 95”, creado por el propio Vintenberg y Lars Von Trier. A pesar de ese éxito y realizar posteriores obras con Joaquim Phoenix, Jamie Bell o Bill Pullman en el reparto, su nombre no volvió a destacar hasta el 2010 con dos dramas escalofriantes como “Submarino” y «La caza», este último criticando buena parte de la moral de estos tiempos, lo que le ha labrado mala fama entre los seguidores de la corrección política contemporánea. De ahí que su cine haya despertado filias y fobias, ninguneando una estupenda adaptación de «Lejos del mundanal ruido», a la altura de la de Schlesinger o la brillante denuncia de la tragedia del Kursk.
Y es que Vintenberg aúna la denuncia social y la incorrección, con puestas en escena algo “tremendistas” pero de gran dominio de la dirección cinematográfica, como sucede en su paisano Lars Von Trier. Con “Otra ronda” sorprende con un cambio de registro, ya que la cinta se puede considerar como una tragicomedia, una comedia dramática o dramedia, narrando la vida de cuatro insatisfechos profesores que han malgastado sus burguesas vidas entre sueños irrealizables, futuros no conseguidos y la pérdida de la emoción vital. Esa amargura cambia tras el cumpleaños de un miembro del grupo, tras una memorable cena donde se emborrachan y vuelven a disfrutar de la vida, deciden iniciar un experimento sociológico, basado en la curiosa teoría de un filósofo noruego que afirma que nacemos con un déficit de alcohol en sangre, por lo que durante su jornada laboral tendrán que mantener el nivel corregido (lo que se denomina “ir con el punto”). Lo sorprendente es que todo empieza a ir bien, encontrándose más desinhibidos, mejorando sus relaciones con sus familias y alumnos y recuperando el tiempo perdido. Un guion prodigioso de Vintenberg y Tobias Lindholm que va “in crescendo”, definiendo con maestría la evolución de los simpáticos personajes, con los que es sencillo empatizar, unos maduros señores que se encuentran así mismos rejuveneciendo por el alcohol, como los cuatro gamberros de esa joya de la comedia italiana que es “Habitación para cuatro” de Mario Monicelli, con la que otra ronda guarda ciertos paralelismos. Esa estupenda definición del grupo hace que, incluso, el ridículo baile final sea efectivo y un intenso colofón.
Y si el “libreto” es brillante, la realización tiene momentos antológicos, como las imágenes de archivo donde empiezan a desfilar líderes políticos borrachos o la secuencia en el supermercado y los posteriores resultados del exceso de bebidas espirituosas. Aquí Vintenberg consigue crear un ritmo prodigioso, permitiéndose el lujo de dar una explicación plausible al consumo de licores, desde la cita inicial de Kierkegaard hasta la moraleja aristotélica de que “en el término medio se encuentra la virtud”. Y con una dirección actoral prodigiosa, con dos actores” fetiche” del realizador danés como son Mads Mikkelsen, protagonista también de ” La caza”, y Thomas Bo Larsen, un fijo desde sus primeras producciones a mediados de los noventa del siglo pasado.
“Otra ronda” es un ejemplo claro del extraordinario momento de Thomas Vintenberg, otro director danés excelso y que puede ofrecer a su país otro Oscar más, tras los dos seguidos en los ochenta con la maravillosa “El festín de Babette” de Gabriel Axel, la epopeya “Pelle, el conquistador” de Bille August y la más floja “En un mundo mejor” de Susanne Bier, otra qwue también empezó en el movimiento “Dogma 95” con “Italiano para principiantes”. Un país que, por muchos premios que atesore, siempre podrá contar entre sus filas con Carl T. Dreyer, uno de los más grandes directores de cine de toda la historia, a los que talentos como Lars Von Trier o Thomas Vintenberg todavía no se acercan, aun con genialidades como este “Otra ronda”.
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