The Bridge City Sinners son uno de los grupos más interesantes que he descubierto últimamente. Puede que suenen a folk pero destilan una adorable rabia punk. Puede que sea la singular voz de Libby Lux , capaz de pasar de subirte a la gloria para bajarte al infierno a los pocos segundos. Pero el resto de miembros del grupo no se queda corto. En The Bridge City Sinners tenemos banjo, violín, guitarra, mandolina, tabla de lavar, bajo, ukelele y mucha mala leche.
Allá por 2012 Libby Lux y el bajista Scott Michaud empezaron tocando en la calle sin mayor pretensión que pasar un buen rato en su natal Portland, Oregon. Sin apenas ensayar ni tener un plan concreto vagaban como auténticos nómadas haciendo auto-stop de un lado a otro de su país, Canadá y México buscando una esquina en la que plantar su sombrero en busca de algunas monedas. En 2012 su amigo Tomas Garreton del grupo Profane Sass murió al caer de un tren a la edad de 25 años. Tras este duro golpe decidieron crear The Bridge City Sinners para mantener vivo el espíritu nómada de su difunto amigo.
Y lo cierto es que el descaro y la mala baba acumulados por tantos años de músicos callejeros se nota en este su segundo trabajo publicado en 2019. Here’s to the devil es folk punk con toques satánicos que me tiene cautivado. Lo cierto es que se nota una clara mejoría respecto a su primer trabajo homónimo (2016), las canciones son más enérgicas y el sonido ha mejorado claramente. Esa dicotomía entre sonido añejo y energía es lo que me fascina. Me encanta el sonido y la actitud del grupo pero las canciones son lo realmente importante. Y creo que en Here’s to the devil hay buenas canciones ejecutadas de manera ejemplar. Ahí están temas tan redondos como Virgin Sacrifice, Song of the siren, Laugh while you can o Through and Through. Como os podréis imaginar por la portada y los títulos, sus letras versan sobre brujas, diablos y pecadores. Todo muy divertido. Hay momentos menos rabiosos en lo que el folk predomina como Run from the sun. Al final del disco se ponen más góticos con ese breve akelarre sonoro (bajo, tormenta y sonido de campana a lo lejos) que es Here’s to the devil para acabar con la melosa Satan’s song.
Estamos ante un disco breve, 10 canciones en 30 minutos, que realmente se disfruta de principio a fin.
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