Como pasa pocas veces, hay que subrayarlo cuando cae en las humildes manos de uno. Tenemos un disco conceptual. Quiero decir que no es que No one Alive hayan simplemente reunido unos cuantos temas —digo simplemente como Antonio Machado simplemente juntaba versos o Miguel Ángel simplemente daba pinceladas—, sino que han ideado un trabajo donde cada tema se pone al servicio de una idea que los enlaza y les otorga un papel relevante con respecto a un concepto general, por encima de cualquier enfoque individual de la canción. Solamente por eso, tiene un mérito tremendo, pero es que además, aun sin pillar mucho detalle de las letras, tienen ese tipo de sonido de la vieja escuela reinventado que me vuelve loco. A mis oídos, es trash metal de toda la vida, pero a lo mejor es epistolanic hard folk rock con tintes emo grindcore krustytheclowner metal. Etiquetas… ¿para qué? Más headbanging y sube el volumen. Un, dos, tres… ¡No One!
The grim reaper. Cerramos los ojos, nos relajamos y, antes de que suene la primera nota, tenemos en mente la portada del Ace of spades, de Motörhead. Como si alguien hubiera metido a una banda de rock en medio de un western de bajo presupuesto. Notas el calor y el sobaco ardiente de Clint Eastwood debajo del poncho. Los primeros acordes entre la guitarra acústica y el piano traen a la mente un country oscuro, entre el In time de Mark Collie y el Kaiowas, de Sepultura. Es como cuando Pantera soltaban un momento la distorsión, que estás esperando con los ojos entrecerrados que todo salte por los aires. Vemos a cuatro forajidos que acaban de pegar un palo en un banco y se las prometen muy felices. Pero tres de los forajidos traicionan al cuarto, le roban su parte, lo ahorcan y lo dejan colgando del cuello, dándolo por muerto. Los susurros son los del tipo en los últimos estertores.
No one alive. Un poco de bajo, notas sueltas de guitarra, y un poco de slide, como en Turn the page, que versionara MetallicA. A eso me refiero cuando suenan a la vieja escuela. La batería tira de timbal, como en Enter Sandman, de los mismos MetallicA, para oscilar con ese bajo a un King Nothing, de los de San Francisco. Vale, estoy muy Metallica, pero si no se parecen, que me quiten el carnet de heavy. Muy cuadriculado, las guitarras muy estructuradas en la batería, machacón, fuego lento. Se empieza a poner la cosa salvaje, a punto de estallar, y es como si Anthrax hubiese versionado el Hocus Pocus de los Focus con el Blitzkrieg, de MetallicA en el Garage Inc. Podría limitarse a oscilar entre bombo y caja, pero la batería hace pequeñas intromisiones con el doble bombo, que le dan una pegada enorme al momento dislocacervicales justo antes de que entren las voces. El tipo que hemos dejado en la primera canción colgando por el cuello (como en El bueno, el feo y el malo: “el mundo se divide en dos categorías: los que tienen un revólver cargado y los que cavan. Tú cavas”), recibe la visita por el diablo en forma de cuervo (Fausto, de Goethe y su Mefistófeles), que le ofrece salvarlo y cumplir ventaja a cambio de su alma. El forajido acepta y cumple su vendetta… parcialmente. Mata a dos de sus ex compañeros, pero el diablo lo traiciona y se lleva un balazo en el coco (como el logo de No one alive).
Save your soul. Suenan diligencias, latigazos a los caballos, relinchos, jadeos de nuestro protagonista, que, como el indefenso Dante, empieza a acercarse a la Laguna Estigia a través de un sombrío sendero. Guitarrazos a lo Black Sabbath… hasta que entran las baterías. Mucho timbal para transicionar a un metal de la vieja escuela, Slayer, Megadeth… oigo el crujido de las cuerdas del bajo entre la distorsión. Un buen berrido, y nos lanzamos en un riff satánico, tirando de doble bombo y destrucción. Tenacious One en The pick of Destiny hacía una especie de parodia, con Dave Grohl haciendo de Satán, pero estos tíos lo hacen completamente en serio, con esa aura oscura de western y esa ambientación sobrenatural de un anime guapo, del estilo a Berserk. Esto es una voz para el metal, a punto de romperse, todo potencia, pero no llega a los agudos de Rob Halford, aunque la base instrumental si que tiene un rollete a Judas Priest. El forajido, antes de irse al infierno, logra completar su venganza en la otra vida, como Máximo Décimo Meridio prometía al mismísimo Cómodo en Gladiator.
Devil’s right hand. Un latido, un alarido estertóreo… acabamos de llegar al infierno. Mola mucho que las guitarras, sin perder potencia, se supediten a la batería, tirando de timbales. Transición a un momento power metal, con doble bombo y mucha caja, estoy pensando de Iron Maiden. Eso sí, las voces son cien por cien heavy metal. Hemos perdido de vista al foragido, y ahora estamos oyendo a la Parca, que va por ahí con Cerbero haciendo tratos con la gente a cambio de sus almas… y cumpliendo a toda costa las condiciones del trato.
En resumidas cuentas, veintitrés minutos de muy, muy buen material. Decenas de referencias musicales, literarias y cinematográficas —y las que se me habrán pasado—, una buena historia, casi como un cómic o un anime, y todo en forma de disco. Cuatro temas que narran una historia de principio a fin y que te deja pegado a los auriculares. Lo mejor de este tipo de cosas es que cada vez que vuelves a oírlo, tienes una nueva referencia, un detalle que te había pasado desapercibido.
Para los que quieran atracar un banco con estos forajidos, enlaces de la banda:
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